Algo está
pasando en el panorama de la literatura en Cuba. Algo raro. Que no va bien. A
todas luces algo hay que no va bien. O en el mejor de los casos, a todas
sombras, según se vea. Si un poeta mayúsculo como Rafael Alcides, un narrador
de los quilates de Ángel Santiesteban, no gozan del reconocimiento que merece
su obra; si sus libros no son publicados es porque algo raro, que huele mal,
fétida emulsión de rencores, envidias, pasa en la cultura nacional.
¿A esos
escritores de la realeza-recalcitrantes y oficialistas oficiales, que desbordan
puestos laborales vinculados a la cultura, uneaces, editoriales, revistas,
sitios webs, esos flamantes Premios Nacionales creídos, correctísimas ovejas en
fila india rumbo al portón, quién les otorgó el derecho de ningunear a esos
caballos de Troya?
Ellos todos
debieran sonrojarse, avergonzarse por la situación, y llamarse a capítulo. Los
asesores que no asesoran a nadie, que se cuelgan el título de escritores,
debieran saber (de ser posible en la hora más callada de sus noches) que Rafael
Alcides, Ángel Santiesteban, todos los escritores censurados, son veinte veces
más Premios Nacionales de Literatura que todos ellos juntos, los que cobran
mensualidades de 300 dólares, pataleando como cucarachas entrenadas en cuanta
disputa aparezca.
¿Por qué
Miguel Barnet publica, viaja tanto, y puede cortar el pan con displicencia cada
mañana en su hogar habanero, mientras a Rafael Alcides, Ángel Santiesteban,
Jorge Olivera, Rafael Almanza, Maribel Feliú, Ghabriel Pérez, y los otros a los
que mantienen en total y descarado ostracismo parecen estarle negados
semejantes placeres?
¿Por qué Antón
Arrufat goza del lujo de la reivindicación social, y sale tanto en televisión,
y se da el lujo de caminar en las tardes por el bulevar de San Rafael, como si
fuera de verdad el mejor poeta de Cuba, y Rafael Alcides no?
¿Por qué
algunos dados a la mediocridad, al arribismo, se sienten Dios, cuando se
encienden las luces en el set televisivo, hablan de ferias, ventas, legitiman,
ensalzan, como si se aseguraran un lugar en la inmortalidad, y no se acuerdan
jamás de un escritor ninguneado, martirizado en las provincias de la aldea
nacional?
¿No es que a
cada escritor debiera dolerle la desgracia de cualquier escritor?
¿De qué
cultura hablamos, de qué literatura, cuando prescindimos de escritores como los
que les he mencionado?
Los grandes
ausentes a todas las Ferias Internacionales del Libro en La Habana, siguen
vivos y escriben. Espero que llegue el momento que sus libros se vendan en las
librerías de todo el planeta. Gracias a ellos, escritores independientes en
Cuba, por el honor, la dignidad, el decoro con que viven el día a día, por
luchar con la palabra contra los esbirros que intentan silenciarlos, borrarlos
de la historia literaria de esta Isla.
Que sean los
lacayos, los sicarios de la Revolución Cubana quienes sientan la vergüenza, de
tanto escarnio.
(Los grandes
ausentes en la Feria Internacional del Libro. Diario de Cuba, febrero 2016)
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