Pero es difícil, si no imposible, entablar un diálogo abierto sobre estos
problemas, si se enmarcan, como lo hace Vitier, en la crispada polarización de “amigos”
y “enemigos”, “patriotas” y “traidores”, y si se acepta la premisa
inquisitorial de que hay tesis “tan inaceptables como peligrosas”. ¿Cómo leer y
debatir si incluso algunas citas pueden delatar imaginarias “traiciones” de un
enemigo permanentemente agazapado que se infiltra hasta en los textos de un
intelectual tan admirable, y tan respetuoso de la independencia crítica, como
Angel Rama? ¿Podré citar alguna vez a Octavio Paz, algunas de cuyas
descripciones políticas en ocasiones me parecen tan maniqueas y previsibles,
pero cuya obra crítica es tan central y estimulante? ¿Será posible citar a un
crítico cubano tan competente como Enrico mario Santí, o a un estudioso tan
riguroso y lúcido como Roberto González Echevarría, ambos destacados
intelectuales cubanos en el exilio, sin que se me ause de estar al servicio del
Sr. Reagan y su política bélica? ¿A quién se puede citar sin ser “sospechoso”?
No hay utopía nacionalista ni marxista, ni exilio militante, que justifique tal
ejercicio autoritario.
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