Recientemente
en la nueva edición de las Obras completas de José Martí, que está
editando el Centro de Estudios Martianos de La Habana, se publicó el cuento
titulado “Irma” que los especialistas del Centro atribuyen a la pluma del
cubano. Este cuento lo dio a conocer Víctor M. Heres en 1942, en la revista Archivo
de José Martí, y desde entonces los especialistas han tenido dudas
e incluso han negado su paternidad. Porque como se sabe, Martí no era un
“cuentista,” ni se movía con facilidad en este género a pesar de que es cierto
que escribió y tradujo algunas piezas de este tipo. No obstante, en el año
2000, el crítico Ricardo Luis Hernández Otero retomó unas investigaciones que
ya había comenzado en los años 70, y publicó este cuento en el Anuario
del Centro de Estudios Martianos, junto con una breve nota donde
explicaba por qué él creía que había que considerar este cuento como de la
pluma del cubano.
Las
razones que dio entonces eran que no debíamos “continuar ignorando” 1) que
“existe un cuento con la firma de José Martí y la indicación al pie Nueva York,
donde nuestro José Martí residía desde hacía varios años”, 2) que “dicho cuento
fue publicado en 1885 en una revista habanera dirigida por un español a quien
nuestro Apóstol había fustigado desde México, había conocido después en La
Habana”, 3) que “en la misma revista aparecería en 1888 otro texto suyo, este
sí con la indicación precisa de la publicación de donde había sido tomado (de
la cual era redactor principal, a veces único, José Martí)”, 4) que “el cuento
que se analiza fue dado a conocer como suyo en la revista especializada Archivo
José Martí en 1942; y
sin embargo, no sólo no se le ha incluido en sus Obras
completas…” (11).
Todas
estas razones, que se entenderían mejor si se lee todo el artículo de marras,
llevaron a los especialistas del Centro de Estudios Martianos a incluir en su
última edición de las Obras completas, “el cuento
titulado «Irma», de reciente adjudicación a Martí como autor” (OC 17, 6), con
una breve historia al final poniendo por todo lo alto esta investigación. Hasta Encuentro en
la red se hizo eco de esta historia y publicó la noticia del supuesto
hallazgo.
¿Cuál
es el problema entonces? El problema es que este cuento NO es de Martí. El
cuento fue escrito y aparece con este mismo nombre, en el libro del escritor
colombiano Santiago Pérez Triana (1858-1916) Reminiscencias
tudescas (1902).
Lo único que falta en la versión que se le atribuye a Martí es el primer
párrafo del cuento, la cita en alemán que lo encabeza y algunas frases que
están modificadas. El resto es exactamente igual. Esto nos dice que no es un
cuento de Martí y que seguramente fue una versión anterior que Pérez Triana
publicó en algún periódico y luego fue mal atribuida al cubano.
Juan
Valera (1824-1905), el famoso crítico español, fue quien escribió el prólogo de
la obra y ya entonces aclaraba que el libro presentaba animadas pinturas de “la
vida y costumbres universitarias en Alemania”, adonde fue a estudiar Pérez
Triana —y no fue a estudiar, por supuesto, Martí, como alguna vez se preguntó
Hernández Otero. Su libro —no sólo este cuento— es una especie de tributo a los
alumnos y profesores que conoció en aquel país. Varela explica, además, lo que
quienes leían el cuento como si fuera del cubano, no podían entender. El “purismo” de la
lengua de este escritor, —purismo entendido como dice Varela, en una forma
“amplia y liberal”, pero al fin y al cabo, purismo, que no se aviene con la
“selva” martiana, ni con el estilo metafórico de sus crónicas por esta época.
Todo
el libro de Santiago Pérez gira, por tanto, alrededor de su experiencia de
estudiante y los títulos de los cuentos nos dan una idea de lo que dicen.
“Irma” es el primero y comienza con una cita de Schiller. “Otto” es el segundo,
y comienza con otra cita de J. V. von Scheffel. “Karl” es el tercero, y está
acompañado de una cita de Goethe. El cuarto, “Hans” comienza con una cita de
Uhland. El quinto, “Herrmann” con otra de una canción popular Volkslied,
y el sexto y el séptimo, con una de Schiller, y otra de Hoffmann von Fallersleben.
Todas están en el idioma original, en alemán, que Martí tampoco hablaba, ni
nunca escribió.
¿Por
qué se publicó entonces este cuento con la firma de Martí en la revista La
Lotería de La Habana?
No lo sé, pero algo nos debe decir que Martí haya fustigado a su editor, un
integrista, desde México. No tengo entonces que repetir que el cuento “Irma”
está mal atribuido al cubano, y si algunos críticos lo pensaban pero no tenían
la prueba, aquí está. Espero que ahora que sabemos quién es el verdadero autor,
los editores de las Obras completas de Martí lo retiren de sus páginas y
nunca más vuelvan a mencionar su nombre.
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