La última vez que hablé con él, hace unos años, fue para pedirle que ayudara a un escritor cubano a salir de la Isla. Este escritor, que había sido simpatizante de la dictadura, se había declarado en huelga de hambre y me había dicho, por teléfono, que le rogara a Gabo su mediación con Fidel para lograr el permiso de salida. Para reforzar mi gestión le sugerí a Plinio que participara en la conversación a tres voces. García Márquez, muy solidariamente, me dijo que hablaría con “el Grande”.
Al día siguiente me llamó y me contó: “dice el Grande que lo dejará salir, pero que me arrepentiré, porque me morderá la mano”. Gabo hasta le consiguió un avión oficial para trasladarlo a México. Pocas fechas más tarde, en efecto, el escritor atacó a Gabo.
Nunca más me atreví a pedirle nada al gran escritor que acaba de morir.
(El García Márquez que recuerdo. El Nuevo Herald, abril 2014)
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