Friday, September 30, 2016

Carlos Alberto Montaner vs. Roberto Fernández Retamar

Poco antes del terremoto de Chile, Roberto Fernández Retamar, a nombre de la Academia Cubana de la Lengua que preside, publicó un ataque furibundo contra la Real Academia Española de la Lengua y el resto de las latinoamericanas, porque las instituciones habían invitado a varios escritores exiliados cubanos al V Congreso de la Lengua que debió celebrarse en Valparaíso el pasado 2 de marzo, evento que fue cancelado ante la catástrofe, aunque las ponencias están siendo recogidas en el website del Congreso. Un cable de France Press interpretó que la incomodidad de este apparatchik de la cultura cubana se debía a que Yoani Sánchez había sido convocada para hablar del papel de las redes sociales en la lucha por la conquista de las libertades, algo que seguramente era cierto, pero la irritación de Don Roberto tenía, además, otras explicaciones.
   Sucede que el Secretario Ejecutivo de todas las academias latinoamericanas, con sede en Madrid, es un exiliado cubano, el Dr. Humberto López Morales, el mejor, más productivo y respetado de los lingüistas cubanos en toda la historia del país, mientras, a propósito del tema, Retamar apenas ha publicado un breve ensayo sobre Estilística, insustancial y anticuado, aunque tal vez no carente de cierta utilidad pedagógica. Sucede, también, que yo estaba invitado al Congreso para dictar una ponencia, precisamente en una sección sobre “Literatura y Cultura en los exilios” que el señor Retamar debió presidir, y tal vez pensó que el contacto conmigo podía perjudicarlo.
   Si me trataba cortésmente, como recomiendan las normas de las personas civilizadas en situaciones de este tipo, la policía política cubana lo hubiera castigado por su “blandenguería” ideológica, y si hubiese elegido una confrontación sonora, con gritos y actos de repudio, como es la costumbre de ese gobierno de energúmenos, los académicos de toda América le hubiesen censurado su impresentable comportamiento. Ante la disyuntiva, Retamar optó por renunciar a viajar a Chile (supongo que a su pesar) y se limitó a denunciar el evento como “anticubano”, adjetivo que el aparato suele usar para descalificar a todo aquel o a todo aquello que se aleje del discurso estalinista del régimen.
Confieso que a mi me hubiera gustado coincidir con Retamar en Chile. Soy un fiel practicante de la cordialidad cívica. Esa es una de las actitudes básicas de cualquiera que crea en las virtudes republicanas. Recuerdo, además, una memorable entrevista en mi piso de Madrid con Lisandro Otero, el anterior presidente de la Academia Cubana de la Lengua, propiciada por JJ Armas Marcelo, el notable novelista español.
   Lisandro llegó a casa con cierta prevención, pero a los cinco minutos la conversación era amistosa y fluida. A los diez, descubrí que sus críticas a la dictadura eran tan severas como las mías, aunque discrepábamos en aspectos marginales. Tal vez, si hubiera tenido la oportunidad de conversar con Retamar, Don Roberto se hubiera quitado la máscara de duro comisario político con la que asusta a los intelectuales cubanos y habría aparecido el poeta amable, dulce y católico de su juventud, o el agradable profesor del Instituto Edison, personaje que suelen recordar sus colegas de entonces con simpatía, asombrados de la sorprendente metamorfosis que ha experimentado.

(Retamar y la cordialidad cívica. Blog Penúltimos Días, marzo 2010)

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