Resumiendo, la culpabilidad de
muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no
son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que
dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones
vendrán libres del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas
excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la
cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la
generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las
nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni
«becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre
comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo
con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.
(El socialismo y el hombre en Cuba. Diario Marcha, marzo de 1965)
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