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Monday, April 25, 2016

Félix Luis Viera vs. Miguel Barnet

Afirma con razón Miguel Barnet que Cuba ha sido víctima “de los más crueles actos de terrorismo de Estado”. Es cierto. Desde los tantos ataques desde el mar hacia las costas cubanas en las décadas de 1960 y 1970, como puede ser el perpetrado contra Boca de Samá en 1971, hasta el más criminal de todos: la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en octubre de 1976, son hechos bárbaros, injustificables.
   Pero en lo que acierta el etnólogo, quizá sin querer, es en la afirmación de que los cubanos han padecido “terrorismo de Estado”.
   Entre las definiciones más aceptadas de este concepto, se encuentra la utilización, por parte de un gobierno, de métodos ilegítimos con el propósito de inculcar el miedo en la población civil para, de este modo, alcanzar sus propósitos, así como forzar para que surjan acontecimientos que no serían posibles según el desarrollo natural de determinada sociedad. Algunos de los aspectos del “terrorismo de estado” son, según los especialistas, la persecución ilegítima, la coacción o la ejecución extrajudicial. Y asimismo, un orden migratorio que impida a la población el abandono del país, cuya violación implica penas carcelarias.
   ¿Y dónde, donde ha ocurrido lo antes enumerado en el último medio siglo?
   No hace falta decirlo.
   “Y en este recuento no podremos nunca olvidar a la prensa cubana, que no será la mejor del mundo, pero tampoco la peor”, afirma el Presidente de la Uneac en otro segmento de su artículo.
   Aquí sí, como suele decirse en el argot beisbolero, “partió el bate”. Asevera que en Cuba hay prensa. Cuando en realidad, no hay canal televisivo, estación de radio, sitio Web o diario impreso que no esté en la nómina del gobierno.
   Ya aquí sí se pasó el compañero.
   Si bien creo que atenúa un poco más adelante: “Los poderes mediáticos han sido quizá la palanca principal para echar a andar el motor de la Historia”.
   Es cierto que “los poderes mediáticos” han sido los principales causantes, y culpables, de que hoy en día, por ejemplo, desde lejos, debamos escribir artículos como este que suscribo, intentando poner una gotica de certeza en el océano de mendacidad que resulta la “prensa cubana”; es decir, la castrista, la única existente en la Isla. Sí, ha sido aquella prensa una buena palanca “para echar a andar el motor” de la ignominia.
   En su artículo, Miguel Barnet se refiere además a la lucha contra “el relativismo llamado postmoderno y el vale todo”, a la “definición del concepto de identidad”, o “al trabajo comunitario”, que debe llevar adelante la Uneac.
   Por otro lado, alude el escritor en el texto en cuestión a “un poderoso mecanismo de integración nacional. Y yo diría más, de verdadera unidad” (las cursivas son mías), a causa de la conservación y desarrollo de “los más legítimos valores del pueblo y la política cultural que ostentamos hoy con orgullo”.
   Ojalá fuera posible la unidad, no solo en el caso de los intelectuales y artistas, sino de toda una población; pero justamente, la unidad, en el caso de una población, implica la divergencia, la confrontación de criterios que hace a sus ciudadanos sentirse parte de un todo, de un todo en constante movimiento.
   No puede haber unidad en un país donde, precisamente, se ha escindido una parte de ese todo. Donde las personas, sin derecho a apelación alguno, han resultado clasificadas en “si no estás conmigo, estás contra mí”.
   Quisiera pensar que Miguel Barnet, al mencionar este concepto, no nos quiera indicar que se refiere a launidad de los “revolucionarios”, de los castristas, de los que “están” a favor del gobierno. Porque esto sería un pensamiento sumamente baladí, vacío, tanto si se refiere a la población en general, como a los artistas, escritores, pensadores y profesionales de la cultura en cualquier sentido.
   Si él, presidente de la Uneac, abogara por la unidad entre los factores mencionados en el párrafo anterior, convocaría, para lograrlo, a todos sus pares que se encuentran tanto dentro como fuera de Cuba, sin que importarse su modo de pensar; investigaría por quienes, lo mismo en la Isla que fuera de ella, están censurados en su tierra; se interesaría, por poner un ejemplo, si en realidad su colega y compatriota Ángel Santiesteban Prats, fue objeto en su país de un juicio amañado y si es cierto que, por estos días, sus malas condiciones en la prisión se han acentuado.
   No tiene validez alguna la unidad de solo una parte del todo. Si acaso esto fuese posible, que también lo veo difícil Cuba adentro.
   Podría Miguel Barnet, por su cargo y su ascendencia, convocar a esa verdadera unión, a la igualdad de condiciones para los intelectuales y artistas cubanos, vivan donde vivan, piensen lo que piensen. La organización que él dirige incluye en su nombre el concepto “de Cuba”, o sea, de cubanos todos. De modo que podría el Presidente de la Uneac convocar un “borrón y cuenta nueva” en nuestro caso, y aun pedir que fuesen olvidados los improperios cruzados durante tantos años (incluidos los que he registrado en estas líneas) entre uno y otro “bando”.
   Es decir, podría el etnólogo clamar porque nos retiren “el bloqueo” a quienes, fuera y dentro de Cuba, lo estamos padeciendo.
   Claro, sobre lo inmediatamente antes escrito, viene a la mente aquella sentencia del poeta: “Estoy diciendo cosas que no tienen remedio”.
   Pero ojalá no fuera así.
   “Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”, titula Miguel Barnet a su artículo, parte de un refrán afrocubano, que así termina: “y lo que es mucho peor: en chilindrón acaba”.
   Ya ven. Así van las cosas.

(“Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”. Cubaencuentro, febrero 2015)

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