Habría que
comenzar por aclararle que en materia de destrucción de símbolos, ustedes no se
quedan atrás de nadie. No ha mucho, ridiculizaron al Símbolo Verdeolivo,
exhibiéndole en accionar autómata, frente a un elevador; y luego en insulsa
entrevista donde no llegó a juntar dos expresiones lúcidas. Pero entonces, si
de símbolos fraternos hablásemos, ¿se refiere al Muro de Berlín, a los
mausoleos y estatuas que plagaban el Este comunista, a la ideología que les
canalizaban desde el Poliburó y que ustedes acataban sin hacer reparaciones, al
menos de estilo? ¿Se refiere usted al símbolo del imperialismo chino que
invadió el Tíbet y masacró estudiantes en Tiananmen; al símbolo de la corrupta
y hereditaria dictadura norcoreana, a la que ustedes se plegaron, inclusive, en
el campo deportivo? ¿Se refiere a esos símbolos?
En cuanto al
Monte de las Banderas, ¿no actuaron ustedes como el marido que construye una
cerca para que su mujer no espíe al vecino? Si eso es derrotar la tecnología
con símbolos, comienzo a comprender entonces la mentalidad del típico Cornudo.
De modo que unos letreros electrónicos, que zafaron la furia de su jefe,
habiéndose constituido en provocación "tecnológica", fueron velados
de inmediato (fíjese bien, de inmediato, como prioridad del jefe enfadado) y a
eso le llaman derrota conceptual del adversario. Por supuesto, así trabaja la
ideología del Cornudo, que a la vez decide no llevar la mujer a ninguna fiesta,
por temor a que se la enamoren. Y aquí rutila el ejemplo de los boxeadores,
convertidos en posesión celosa del esposo guardián: cero participación en la
venidera competencia, no vaya a ser que los tienten. ¡Buena manera de aplicar
las simbologías y los conceptos, compañero Eliades!
Leo en su
entrevista del Granma una aseveración atrevida: "Usan cualquier arma. Están
conscientes que en el terreno de los símbolos, de la cultura, de las ideas, es
donde en última instancia se va a dirimir la batalla". Pero, ¿entonces
reconocen que al fin y al cabo el Imperio no los va a invadir con aviones y
paracaídas, sino que les mantendrá en jaque cultural? ¿Es por eso que se
apertrechan de papel y cosmetología ilustrada, para vencer al enemigo a
sonetazos, a trovadas, a concursos, a panelazo limpio?
Lo que usted
llama "relectura de las certezas que comparten los cubanos del archipiélago",
aparte de ser un almidonado eufemismo, tiene otros nombres que ustedes
pretenden desvirtuar: revalorización, discusión, indagación sin trabas. El
ejercicio de la libertad no siempre trae resultados que dulcifican el criterio
temporal o definitivo al que se pudiera llegar. De modo que un Silvio
Rodríguez, por ejemplo, puede generar debates en los que no siempre saldrá
ganando su concepto de lo que es la validez musical. Y su Che Guevara, polémico
siempre, puede estar sujeto a la valoración más crítica que pueda concebirse.
¿Por qué? Porque nadie escapa a ello, compañero Acosta. Ni Martí, ni Diana de
Gales, ni Santa Teresa, ni Hatuey. Taparse los oídos, algo que el gobierno
cubano sabe hacer muy bien, no implica que la doxa desaparezca por inconveniente.
¡Ojalá llegue el día en que se permita caricaturizar (ridiculizar) líderes,
parodiar los himnos excelsos y escupir los mármoles severos!
Las singulares
concordancias de temas, sobre todo en los blogs que a ustedes les disgustan, no
forman parte ni se derivan de una matriz reaccionaria y malintencionada. Son
los temas que también los ciudadanos del archipiélago comentan y mantienen
sobre el tapete. Sobre esas coincidencias usted ha dicho: "Existe un modo
sencillo de percatarse de que no es así: la extraña sincronización en temas,
enfoques, conceptos, a veces hasta en las palabras que usan, lo cual denota un
origen común. Esa rara unanimidad de quienes escriben desde diversos puntos del
planeta, de ningún modo puede ser espontánea". Compañero Eliades, ¿y qué
me cuenta del Granma, de Juventud Rebelde y Trabajadores? ¿No dicen todos lo
mismo? ¿A quién acusa usted de unanimidad?
Y otra cosa:
cuando afirma que estas personas que así disienten de su versión oficial son
bien renumeradas, no olvide que usted es empleado por el Estado. No olvide que
su trabajo como jefe de asuntos culturales es pagado por su patrón, al cual
defiende como parte de sus quehaceres renumerables. ¡Y qué patrón!
Déjeme
devolverle al plano doméstico, conyugue Eliades, y permítame asegurarle
(recuerde que todo esto es simbología) que su esposa no es feliz y que es
inútil encerrarla y vendarle los ojos. No vale la pena que se aplique usted
mismo la venda y se taponee los oídos. Su esposa ya le traiciona, mentalmente,
con el vecino, por muy alta que haya construido la cerca.
(Eliades Acosta y la ideología del cornudo.
Blog La Finca de Sosa, septiembre 2007)
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