La invitación que El País hiciera a Yoani Sánchez debió producir en su competidor, el diario El Mundo, parecido deseo: el de contar con una comentarista criolla. ¿Era, en diversa interpretación, la misma pieza: La Bella Cubana de Joseíto White ? En cualquier caso, El Mundo contrató a Wendy Guerra para que abriese blog en sus predios a partir de septiembre. Y, no más anunciado esto, comenzó el remake del gran filme de Nicholas Ray. Pues, sulfurosa por la oportunidad que se le abría a la joven novelista residente en La Habana, Zoé Valdés cargaba sus cartucheras y adoptaba las furias de Mercedes McCambridge.
Llamadas telefónicas suyas intentaron inflamar los más altos despachos del diario madrileño. Como tantas veces en su exitosa carrera, Madame Valdés recurrió a la difamación: acusó a Wendy Guerra de acostarse con Gabriel García Márquez («qué buen tema para su blog », debieron pensar los de El Mundo), la acusó de agente del G-2, la acusó de haberse ganado el Premio Bruguera, la acusó de vivir en La Habana…
Mercedes McCambridge poliforma, recientemente saltó a la prensa su enfrentamiento con Ileana de la Guardia. Pero ninguno de sus enfrentamientos supera al que establece ella consigo misma. Y no se trata solamente de su pasado, qué va. The best is yet to come. Lo peorcito suyo no es propiamente el pasado, sino el futuro que se truca desde ya.
No hay más que leer su último bodrio para darse cuenta de ello. La ficción Fidel lo tituló, cuando debió ponerle La ficción Valdés. Caben en esas páginas los consabidos tupes sobre su biografía (me refiero a la de ella), y caben asimismo sus pretensiones de ser considerada a la altura de Guillermo Cabrera Infante y de Reinaldo Arenas. ¡Pobrecita, ni ella misma consigue creérselo !
Prueba de esa profunda desconfianza suya es el oeste que arma en cuanto algún escritor o escritora cubana se alza con premio o libro u oferta de trabajo. Wendy Guerra abre blog y el mundo de Zoé Valdés tiembla, peligra, se viene abajo. Ante la más mínima prueba de existencia aportada por los otros, Madame Valdés pierde exclusividad, se diluye, no existe. Fidelina Castro de la literatura, ella tiene que brillar a costa de la eliminación de contrincantes. Y hablo de eliminarlos, no mediante el poderío de una obra, sino mediante presiones telefónicas y difamaciones. (Más artista, Cabrera Infante podía ser igual de macartista.)
Zoé Valdés ha abusado de su biografía hasta el punto de jurarse sitio grande en lo venidero. (Tendrá que armarse de la misma paciencia mostrada por las protagonistas piratas de una de sus novelas quienes, desembarcadas, tuvieron que esperar un siglo o casi un siglo hasta que Cienfuegos viniese a ser fundada.)
Zoé Valdés se cree tan sol del mundo moral que acusa de comuñanga recortero a todo aquel que intente aproximarse a sus logros. A juicio suyo, Pedro Juan Gutiérrez salió de un taller literario de Villa Marista para aguarle a ella la fiesta, para pisarle la sombra. Y no hace mucho acusaba a no sé quién de querer colarse en Gallimard, donde publica ella.
Y antes Alejo Carpentier, me temo.
Y antes Lydia Cabrera…
Pero Zoé Valdés siente placer en creerse que sus competidores descubrieron la importancia de Gallimard desde que ella entró allí. (Ay, cómo deber haber gozado esta muchacha paseando por La Habana los trapos conseguidos en la Embajada de Cuba en París.)
Raro entonces que, con tanto prurito de originalidad, no se lo haya pensado dos veces antes de elegir el tema de su más reciente libro. Porque, en cuanto a ficción y a Fidel, un compatriota suyo tenía ya la delantera. Me refiero, por supuesto, a Norberto Fuentes. Creánme que es una lástima que nuestra Mercedes McCambridge no vaya a acusarlo de colársele en la cola. Lástima lastimosa y lamentable. Porque, incluso en sus delirios que no la dejan distinguir verdades de mentiras, Zoé Valdés ha de sospechar lo inane de acusar a Norberto Fuentes de segurability.
(La lengua suelta # 52. La Habana Elegante, segunda época)
No comments:
Post a Comment