El principal defecto que noto en el libro del Sr. Piñeyro es el de que carece de plan. Puede abrirse por cualquier parte; leerse á ratos sin temor de perder el hilo ó la conexión, porque no los hay. En él está de más la Introducción y lo que se refiere á la poesía del siglo XVII, por cuanto que no se relacionan ni tienen que ver maldita la cosa con lo que sigue. ¿A qué nos habla el Sr. Piñeyro de Shakespeare? ¿Qué coincidencias existen entre el dramaturgo inglés y los poetas líricos del siglo XIX? ¿Acaso el Sr. Piñeyro busca en el autor de Otelo la filiación de los poetas famosos de nuestra época? No dudo que haya relaciones entre Shakespeare y los grandes líricos modernos; pero el señor Piñeyro se las calla, no sé si porque no las encuentra ó porque realmente no las hay.
¿Qué consecuencias saca el Sr. Piñeyro de la independencia de los Estados Unidos y de la Revolución francesa aplicables á la poesía ó relacionadas con ella, en el capítulo que consagra á aquellos dos hechos históricos? Claro —ni se discute— que semejantes acaecimientos, que hicieron temblar la tierra, han influído poderosamente, no sólo en la poesía, sino en todas las esferas de la actividad humana; pero á juzgar por lo que nos dice el Sr. Piñeyro, á estas horas estaríamos todavía en ayunas respecto de las tales influencias, sobre todo, en la poesía lírica.
El Sr. Piñeyro se ha dejado en el tintero á una infinidad de grandes poetas, extranjeros como españoles. ¿Por qué, en vez de hablarnos de Hugo, de Lamartine, de Goethe, á propósito de los cuales no ha habido literato en estado de canuto, ni alumno de retórica que no haya hecho sus primeras armas, no nos ha hablado de otros poetas, apenas desflorados por la crítica y muy merecedores de que se les estudie y se les dé á conocer? —El hablar de una cosa muy conocida, sin exponer nada nuevo, ya que no en las ideas, en la manera de encadenarlas y de expresarlas, me recuerda á aquel diputado que dijo: “He pedido la palabra para decir que estoy completamente de acuerdo con lo que ha manifestado su señoría. He dicho.”
Después de lo que ha escrito Macaulay, por ejemplo, acerca de maquiavelo, escribir sobre el mismo asunto con la presunción de hacerlo mejor ó por lo menos igual, y no hacerlo ni por semejas, tengo para mí que es puro alarde de vanidad literaria. Porque no hay que olvidar que el libro del Sr. Piñeyro es un libro de grandes pretensiones en el cual se encuentra poco nuevo. Casi todo lo que dice el Sr. Piñeyro respecto de Musset, de Lamartine, de Hugo, está ya muy dicho. No quiero dar á entender con esto que el Sr. Piñeyro, al tratar (supongamos) de la vida de un poeta, por el prurito de decir cosas inauditas se ponga á inventar. Pero en la manera de in terpretar el genio de un poeta, de aquilatar sus escritos á la luz de observaciones propias, entiendo que se puede ser original, en cuanto cabe serlo en nuestros días. Taine, en sus críticas, emplea un procedimiento casi suyo; estudia la época, la vida de un autor; señala el puesto que le corresponde, las influencias que ha ejercido, la escuela á que pertenece, las causas á que obedece la tendencia de sus obras, etcétera. Véase su estudio sobre Balzac.
De un libro que se titula Poetas famosos del siglo XIX, el lector tiene derecho á exigir algo más serio, más uniforme, más armonioso de lo que ha hecho el Sr. Piñeyro.
(Escaramuzas, Madrid 1888)
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