Como siente que se está quedando afuera, que comienza a ser ignorado, reacciona de la peor manera: descalifica, insulta, reprime. Usa las armas preferidas del Estado al que representa. Por eso suena tan descarado cuando le achaca a otros los términos que lo definen a él: provocación, intolerancia y extremismo.
Llamar moscas a algunos cubanos que ponen por escrito lo que piensan, porque no lo hacen de una única manera, delata al represor que se encubre en el académico. Pero, sobre todo, demuestra su total falta de independencia, porque se ve en la necesidad de hablar por el régimen que le paga y subvenciona sus publicaciones.
(Rafael Hernández, el intermediario, Blog El Fogonero, marzo 2013)
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