Ramona Vega está en N.Y., pero no
vive con el hijo, que vive con M. Lindner. Mis relaciones con el hijo se han
deteriorado totalmente. No me ha escrito una carta desde que se fue. Es curioso
cómo la gente puede borrar amistades de muchos años y olvidar lo que se hizo
por ellos. Pero a mi edad las ingratitudes ya no se cuentan ni nos producen el
menor accidente melancólico. Son cosas esperadas.
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