Doce años es menos que nada, es
un suspiro en marcha atrás. Eso lo confirma el ministro Abel Prieto que, sin
darnos tiempo a recuperarnos de El vuelo
del gato (1999) -porque no alcanza tiempo en esta vida, y eso incluye a la
de Esteban Montejo o la de Matusalén, para sobreponerse a un libro así- da a la
imprenta Los viajes de Miguel Luna,
su temida nueva novela. Si hay dos cosas a las que Abel Prieto ha dedicado sus
desvelos durante los últimos veinte años es a convencernos de que en Cuba no se
discrimina a ningún artista por pensar diferente y de que debajo de la melena
del ministro se esconde un escritor. Puestos a comparar lo primero es casi más
creíble que lo segundo. Y eso hace que su reincidencia y alevosía sea más
inexplicable. Lo único que se me ocurre es que Prieto trata de justificar como
escritor su autoridad como ministro. Si su misión durante tres lustros de
ministerio* ha sido decidir qué es cultura cubana y qué es bazofia desechable
con su escritura trata de convencernos que su trabajo de catalogación y
eliminación de desechos no es obra de un funcionario sino de un colega más que
sabe lo que está haciendo. Y en ese aspecto es convincente: si de experiencia
productiva se trata poca gente le puede disputar al ministro su autoridad en
determinar qué no es literatura. O la honestidad de además de ofrecer buenos
ejemplos de mala literatura (para instruir a las nuevas generaciones por
supuesto) tiene el valor de estamparle su firma.
Pero dejemos al autor y ocupémonos por un
instante de la obra. Según Prensa Latina este nuevo reto a nuestro concepto de
verosimilitud narra un viaje “desde la occidental provincia de Pinar del Río a
La Habana y de allí a la imaginaria República Socialista Popular Democrática
Obrero-Agrícola-Pastoril de Mulgavia" aunque en la nota no se aclara quién
firmó el permiso de viaje. "Memorable", "casi un milagro
literario", “de notable efecto" por su "desmesura pantagruélica",
"eficaz”, "magistral", "excepcional",
"hilarante", "de inventiva y cromatismo” son los comentarios que
le han dedicado sus subalternos al ministro que aprueba sus nóminas y firma sus
permisos de viaje. Es lo que en cualquier otro lugar del mundo le llamarían
conflicto de intereses pero ya se sabe que en Cuba los conflictos se resuelven
a favor de los intereses de los ministros o de su inmediato superior.
Por si pareciera poco se anuncia que Prieto
contó con un equipo de asesores para escribir la novela compuesto nada menos
que por Amaury Pérez, Ambrosio Fornet y Marilyn Bobes. ¿Qué no sería capaz de
hacer el ministro con el respaldo de un cantautor, un escritor en ciernes de
ochenta años y una compañera de oficina? Porque todo parece poco para un libro
que viene acompañado con 52 dibujos del ministro -posiblemente elaborados
durante sus frecuentes reuniones- y que en la presentación contó con el
acompañamiento al piano de Frank Fernández. Con todo un ministerio a su
disposición esperamos que en su gira mundial de promoción el novelista por partida
doble cuente con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet
Nacional de Cuba y el Circo Nacional o en su defecto el Consejo Nacional de la
UNEAC. Ya se sabe que con tal de promover la cultura el ministerio que preside
no escatima recursos. Si hay que ahorrar algo que sea talento pues ya se sabe
lo peligrosos que se han puesto los ladrones de cerebros y Prieto siempre ha
tratado de evitar que codicien el suyo.
Todo apunta a que la publicación de este
libro se convertirá en un campeonato del adjetivo elogioso y desvergonzado, en
un torneo de guataqueo -como no lo vio la ANAP en sus mejores tiempos- que
rivalice con el que ya provocó su anterior novela. Y como dijo el también
crítico literario Mario Moreno ahí está el detalle. Porque si según sus
críticos El vuelo del gato dejaba
chiquita a la Ilíada que comparen a esta con Los viajes de Gulliver da para sospechar que todavía es peor que la
primera. Si a mí, uno de los cuatro lectores que ha tenido El vuelo del gato no vinculado laboral o espiritualmente al
Ministerio de Cultura, la lectura de la primogénita del ministro me había hecho
abominar cada uno de los minutos que pasé siguiendo las incidencias de Freddy
Mamoncillo y Marco Aurelio ¿qué puedo esperar de los viajes de este Miguel Gulliver?
No comments:
Post a Comment