Aún así con esto no se agota el recurso
de ocultar intereses concretos tras entidades mayores y más prestigiosas.
Pienso en el propio poeta-escribano y las circunstancias que lo llevaron a
escribir su poema. ¿Por qué no lo escribió cuando aún estaban frescos los
acontecimientos o mucho tiempo después cuando éstos amenazaran ser disueltos
por el olvido? ¿Por qué lo hizo meses después de que todos los pobladores
acusados de contrabando se habían beneficiado con el indulto real? ¿Por qué
este intento de legitimación colectiva llegaba tarde? Entre los pocos datos que
conocemos del poeta hay uno muy significativo: luego de ocho años de ostentar
el codiciado puesto de escribano de Puerto Príncipe, justo en los días en que
se daba a la tarea de perpetuar los acontecimientos bayameses, Balboa estaba en
peligro de perder dicho puesto. ¿La causa? A la corona le parecía sospechoso el
escaso precio que había pagado Balboa por un empleo ofrecido en pública
subasta. No creo descaminado suponer que el poema estaba marcado por la
necesidad de demostrar sus capacidades en un campo familiar al de la
escribanía: el de la escritura de poesía. Su destinatario y supuesto
protagonista era alguien -el obispo- que podía interceder ante las autoridades
y dar fe de su valía. Parte de quienes entonan los cantos de alabanza al poema
son los mismos que garantizan en otro documento su suficiencia como escribano.
En cualquier caso llegaría tarde su esfuerzo poético pues el 22 de febrero de
1608 en Sevilla se decretaba el cese de Balboa como escribano. Para quienes
gusten de finales felices sepan que en 1621 fue reintegrado a su puesto (Garcia
del Pino.137) Ya para entonces Silvestre de Balboa no sólo era el futuro
fundador de la futura literatura cubana. También había fundado en los escuetos
márgenes de la isla la figura del escritor, ese ser cuya existencia parece
ligada a la salvación de la memoria colectiva cuando en realidad sólo intenta
salvarse a sí mismo.
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