Llegamos a París. Tomamos un
departamento con Rafael Alberti y María Teresa León, su mujer en el Quai de
l'Horloge, un barrio quieto y maravilloso. Frente a nosotros veía el Pont Neuf,
la estatua de Henri IV y los pescadores que colgaban de todas las orillas del
Sena. Detrás de nosotros quedaba la plaza Dauphine, nervaliana, con olor a
follaje y restaurant. Allí vivía el escritor francés Alejo Carpentier, uno de
los hombres más neutrales que he conocido. No se atrevía a opinar sobre nada,
ni siquiera sobre los nazis que ya se le echaban encima a París como lobos
hambrientos.
(Confieso que he vivido. Pehuén Editores, Santiago, 2005. Visto en Neorrabioso
Blog)
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