Un último texto despierta mi
curiosidad. Las páginas de un artículo, aprisionadas entre dos lomos del montón
de libros, me sacan la lengua. Su autora, Teresa Melo (Santiago de Cuba, 1961),
cuenta en él sus impresiones de la recién concluida Feria del Libro de
República Dominicana.
Enviada especial de muchísimos
eventos, Melo viajó esta vez en compañía del presidente de la UNEAC, Carlos
Martí, del presidente de la Sección de Escritores de la UNEAC, Francisco López
Sacha, y del director de la Biblioteca Nacional, Eliades Acosta. Y allá se
sintió acogida por la multitud de banderas del stand cubano en la feria, por
las canciones de Silvio Rodríguez, y por las asociaciones dominicanas de
amistad con el socialismo cubinski.
Ella asistía a la Feria con el
pretexto de ofrecer una conferencia sobre los poetas cubanos de su generación.
Su verdadero objetivo, sin embargo, consistió en enunciar esta verdad como un
puño: “En Cuba sólo se censura lo que no tiene calidad literaria”. Y denostar
un poco a Zoé Valdés, quien había estado también allí de conferencista, y
alrededor de la cual lanzaron sus ataques las mismas asociaciones de
solidaridad que entregaban cariño a los cubanos llegados de la isla.
Apoyándose en lo escrito por un
periodista dominicano, Melo tilda a Valdés de escritora desconocida. La acusa
de haber rebajado a política una cita dedicada a la literatura. Como si Teresa
Melo fuese conocida... Como si no hubiese viajado a República Dominicana por
razones políticas... (Política, ya se sabe, es todo lo reprobable en quienes no
integran las delegaciones oficiales cubanas. Cultura, todo lo obrado por tales
delegaciones, incluyendo sus tejemanejes políticos.)
En su artículo publicado en La Jiribilla, la poetisa santiaguera
carga contra el mercado editorial que dispone artefactos como los de Zoé Valdés
(famosa novelista pésima, aunque autora de algunos poemas mejores que los de
Melo), y compara la dignidad de las pequeñas editoriales con el desempeño del
equipo cubano de béisbol en la reciente Copa del Mundo. (Llama la atención que
quien critica el mercado literario vaya luego a procurarse piezas de convicción
en el campo del deporte. El deporte, la competencia de la que alguien sale
ganador, sirve en muchas ocasiones de modelo a quienes sostienen batallas de
ideas. No entienden éstos que el arte, si tuviera que compararse con el
deporte, sería competición de la cual sale perdedor todo participante.)
(La Lengua suelta # 32. La Habana
Elegante, segunda época)
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