Con algo de trabajo
si no fuera Cabrera Infante a estas alturas lo habría dejado ponerme a leer
tabarras revolucionarias (léase fidelistas), cuesta a estas alturas. Pero la
formidable prosa de CI. Aunque al servicio de la turba encarnada, el Líder
Dios, el Pueblo sabio y hermoso. Santocielo cuánta paparrucha sentimental y
panfletaria.
¡Lo cubano! Algún día
alguien tendrá que explicarme qué coño es eso. Que un hombre como CI no supiera
que el Pueblo no existe. Lástima.
Por otro lado. Cómo
ha envejecido toda esa época y cómo se ha vaciado. Leer estas apologías antimperialistas
y revolucionarias de CI es como caminar entre ruinas pobladas de fantasmas que
no paran de menear sus culos obsoletos, vacuos.
Y. Claro. No puedo
dejar de preguntarme ¿en qué medida esta excelente prosa este talento puesto al
servicio de la estupìdez colectiva ayudó a construir la estructura del edificio
criminal?
En qué medida, me
pregunto. Y me respondo: en gran medida.
(Blog Emanaciones,
octubre 2015)
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