“Yo, el
arquero aquel” también lanza su flecha moderna y da en el mismo centro de la
diana. Manuel López se desnuda, invoca desesperadamente a la poesía y se le
concede la petición; reúne a un grupo de poetas que lo certifica. En ello
radica el valor de su libro. El acto estoico ante el pecado funciona para crear
sensibilidades, amistades y entretejer con virtud la membrecía en la comunidad.
Es por donde va la psicología del poeta actual.
¿Acaso no fueron las “Confesiones” de San Agustín las que lo elevaron a
la santidad? Cuanto más el arco se estire mayor será el alcance de la flecha.
De modo que
olvidémonos de los poemas que constituyen el libro “Yo, el arquero aquel”. No
tomemos demasiado en cuenta si los poemas son buenos o malos. Para mí son
malísimos, pero ese no es el punto básico de este “importante” libro. Manny
tiene necesidad no sólo de publicar su libro, sino de ser aceptado como
creador.
Miremos en la
portada y todo en cuanto al objetivo de este cuaderno será revelado. El arquero nunca está en posición
de maniobrar el arco. Y desde luego esto tiene que ver profundamente con la
paciencia del autor y las argucias de sus poemas: la necesidad de ser aceptado
como poeta. El arquero invoca a sus víctimas la admisión. Y lo logra gracias a
la estrategia renacentista antes apuntada. Recordemos una frase del autor: este
poemario ha sido para mí como un alivio. Un alivio porque Manny ha sabido
vaciarse y entregar al juez Poeta todos sus encantos. El arquero aquel es como
un encantador de serpientes. ¡Vaya poeta!
(Revelaciones de un poeta: Yo, el arquero
aquel. Neo Club Press, octubre 2011)
No comments:
Post a Comment