Antonio Arrufat es portador de una expresión poética vencida por su propia falta de consistencia y veracidad. Hace unos años, reunió una serie de confusos epigramas y dio a la imprenta su primer libro de versos, En Claro. Luego tomó una parte de esos poemas, los unió a otros de parecido tono y dio a la imprenta Repaso Final. Aunque este título parecía ponerle ya punto y aparte (si no punto y final) a una intención poética infortunada, Escrito en las Puertas, publicado recientemente, desmiente aquellas esperanzas. Aquí están de nuevo los mismos poemas con otros que se les parecen mucho, vueltos a coser con tenacidad digna de mejores causas.
Un sentimiento de temor recorre la obra. Un miedo que estalla en grititos que no conmueven a nadie. (“Me da miedo pensar…” “Tocan a la puerta mientras escribo esta página…” “No, aquí también nos miran”, “Por miedo el hombre construyó una casa…”). Una poesía así, de tonos grises y menores, no justifica la insistencia del autor. Nada aquí se levanta del ras del suelo; ni un solo verso logra trasponer el mundo turbio y pequeño que el autor pretende convertir en poesía. El libro está dividido en varias secciones, algunas con títulos especiales como “Escrito en un Urinario”, “Puertas Cruzadas”, “De nuevo en las Puertas”, etc. En general, es de notar que recoge no sólo las lamentables inscripciones, sino la atmósfera de los curiosos lugares donde quiere encontrar la poesía.
En una época en que la poesía cubana cuenta con un amplio y valioso grupo de creadores, Escrito en las Puertas no es otra cosa que un mal momento que ha de pasar sin pena ni Gloria.
(Escrito en las Puertas. Verde Olivo, abril 1969)
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