Muchos lectores cubanos siguen
detrás de Zoé Valdés, como si Zoé no hubiese envejecido. Tuvo una juventud
precoz, eso sí. Pero una juventud de un solo libro: La nada cotidiana. A Zoé le hizo mucho daño el éxito que siguió a
la publicación de esta novela. Después, en algún sentido, no escribió nada más,
se dedicó exclusivamente a repetir sus viejos clichés y a responder las
demandas inmoderadas de su público. Pero el cover
de Zoé no se reduce a la literatura, también incluye la política. Quiero
decir: la supuesta reivindicación de la novela como género político, como si la
escritora fuera una especie de Tania Bruguera (Remix) de la literatura cubana.
Es fácil —tal vez demasiado fácil— romper esa analogía. Lo primero que
diferencia a Zoé Valdés de Tania Bruguera son los gametos (“Dícese de cada una
de las células sexuales, masculina y femenina, que al unirse forman el huevo de
las plantas y de los animales”). Los de Tania han marcado a fuego el arte
cubano. Pensemos, en primer término, que la Cátedra de Arte de Conducta tiene
hasta hijos bastardos. Sin embargo, en la literatura cubana, ¿quiénes son los
epígonos de Zoé Valdés? Que yo sepa, nadie. Zoé es estéril, pero necesaria.
Porque una novela como Te di la vida
entera es un material de lectura para gente que, si no existiera ese
material, no leería nada, simplemente.
(Libros off the record. On Cuba Magazine,
agosto 2014)
No comments:
Post a Comment