Friday, March 13, 2015

Luis Cino sobre Eduardo Heras León

Este año, para el Premio Nacional de Literatura estaba nominado el poeta Delfín Prats, pero se lo concedieron a Eduardo Heras León.
   Ambos fueron víctimas de los inquisidores durante el Decenio Gris: Delfín Prats por el poemario Lenguaje de mudos, y Heras León por Pasos en la hierba.
   El Premio Nacional de Literatura se ha convertido en una especie de demorado desagravio oficial para algunos de los represaliados y condenados al ostracismo de ayer. Solo que los comisarios tienen sus preferidos a la hora de las rehabilitaciones. Heras León es uno de ellos, y ahora le tocó su turno. De algo le valió no haberse cansado de proclamar que es un escritor revolucionario.
   Heras pertenece a la “generación de la lealtad”, categoría cuasi filosófica inventada por Aurelio Alonso para intentar embellecer el sacrificio de las ilusiones de intelectuales atenazados entre el espanto y la obediencia.
   En mayo de 1971, en el número 46 de El Caimán Barbudo, una nota de resonancias inquisitoriales anunciaba la expulsión de Heras León del consejo de redacción de la revista debido a “las connotaciones de criticismo tendencioso que, amparado en pretendidas posiciones revolucionarias, se evidencian en su libro”.
   El libro en cuestión era “Pasos en la hierba”, hoy considerado junto a “Condenados de Condado” de Norberto Fuentes, y “Los años duros” de Jesús Díaz, clásicos de la llamada “narrativa de la violencia revolucionaria”.
   La edición que hizo Casa de las Américas de “Pasos en la hierba” fue recogida con premura por los comisarios y sus secuaces, y convertida en pulpa.
   Heras León, un idealista ex artillero con buenas dotes de narrador, fue otro más de los que no atinó a distinguir los tenues y volátiles límites del arte dentro de la revolución.
   Sus crudos relatos de la guerra en el Escambray le costaron a Heras ir a parar a una fábrica metalúrgica. Allí tendría que demostrar proletariamente su fidelidad a la revolución. Y entrarle de lleno al más puro realismo socialista con bodrios como Acero.
   “Pasos en la hierba” no se volvió a editar hasta el año 2006.   La imagen de la portada evocaba a otro represaliado, el pintor Servando Cabrera. En la presentación del libro, Heras León sólo atinó a alzar un ejemplar y gritar “gané”.
   Casi nueve años después, confiados de su prudencia y lealtad, los comisarios le han concedido el más importante premio literario de la cultura oficial. Sin exigirle los mea culpas que entonó durante demasiado tiempo. Ya no necesitan flagelaciones ni penitencias. Ahora que “los errores” ya están superados y perdonados -sin que los victimarios pidieran perdón- se puede hablar de incomprensiones, y sin precisar nombres, culpar a extremistas, burócratas y perseguidores de la cultura…Después de todo, según ellos, ya muchos de los inquisidores no están aquí, porque están muertos o fueron a buscar refugio en los acogedores brazos del enemigo. Y de quienes daban las órdenes, ni pío.
   Víctimas ha habido muchas, pero no todas tienen la fidelidad masoquista del Chino Heras y otros similares que afirman que fueron y son revolucionarios. De ahí el premio, que viene a ser la consagración de su rehabilitación.

(La consagración de un rehabilitado. Cubanet, enero 2015)

De tan acostumbrado a resignarse, a Delfín Prats no debe haberle molestado más de la cuenta que desecharan su nominación para el Premio Nacional de Literatura y se lo concedieran a Eduardo Heras León.
   De algún modo tenían que compensar a Heras por la homérica y gástrica tarea de antologar las decimas que escribió Antonio Guerrero en la cárcel, algo que vale mucho más para los comisarios que su buen desempeño al frente del Taller de Narrativa “Onelio Jorge Cardoso”, y ni hablar de “Pasos en la hierba”, que todavía debe causar ronchas a algunos chapeadores anticulturales.

(Delfín Prats: el silencio corrosivo. Cubanet, enero 2015)

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