(...) venía de España con todo el empaque de los honores académicos que allí había recabado tras de cursar con brillantez derecho y filosofía en Zaragoza. Llegaba en 1899 en vísperas de cumplir los treinta, sintiéndose bien armado para conquistar una cátedra, sin que el éxito coronase, empero, tal empeño. Por lo demás, gran parte de su vida estaba condenada a la frustración, pese a la vastedad de los conocimientos que poseía. Manejaba con propiedad el lenguaje pero su prosa, bien que correcta, resultaba desabrida y tediosa. Pacato y conservador en extremo, no se hallaba en sincronía con el momento histórico. Por haber pasado el período de su formación intelectual en la Península mientras ésta se esforzaba por estrangular la rebelión cubana, el hijo de veterinario del ejército español nunca llegó a comprender de veras a su país natal.
Así, sus disquisiciones metafísicas y ensayos jurídicos no pasan de ser abstracciones sutiles o eruditas carentes de sustancia vital, las cuales han caído en un olvido del que con toda seguridad no despertarán.
(La República al través de sus escritores, Editorial Letras Cubanas, 2002)
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