Monday, October 27, 2014

Leopoldo Ávila vs. Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy (y Lino Novás Calvo)

Por el camino del ablandamiento ideológico, de la despolitización absoluta se llega a la tontería, pero, a veces, a la contrarrevolución. La Revolución, por ejemplo, no ha exigido ni siquiera intentado borrar de nuestras antologías —ni de nuestra historia— a gente que nos ha traicionado , que ha ido a ponerse de parte del enemigo y tiene alguna obra artística de importancia. Pero hay una jugarreta no inocente que sí no admitimos: la exaltación de traidores, su sutil elevación a nivel de maestros, utilizando recursos transparentes. Levantarle aquí monumentos a un Lino Novás Calvo, por ejemplo, o a Caín, sería peregrino. Llorar como magdalenas sobre sus recuerdos, es arbitrario y poco masculino. Expurgar la novela de Cabrera para analizar si tal parte es más o menos simpática, o tal cuento es aceptable no es tarea nuestra. Cabrera es un tallador de la CIA. Con Severo Sarduy y Adrián García trazan desde el extranjero el camino de la traición con colores rosados a cuanta gente les cae cerca. Nosotros no hemos hecho la defensa de Caín (esa que se haga como se ha hecho, por encargo de la Agencia Central de Inteligencia) sino su radiografía política. Por cierto que la exaltación de la gusanera va siempre o, por lo menos a veces, acompañada del silenciamiento evidente y consciente de algunos autores revolucionarios, aunque se nombre a otros para resguardarse y porque el sol no puede taparse con un dedo.

(Sobre algunas corrientes de la crítica y la literatura en Cuba. Verde Olivo, noviembre 1968)

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