Friday, October 24, 2014

Antonio José Ponte vs. “Viajes de Miguel Luna”, de Abel Prieto

Abel Prieto pertenece a un grupo de narradores cubanos que, pese a contar con más de sesenta años de edad, se resisten a escribir libros adultos. Esos escritores sobreviven con dificultad a su etapa preuniversitaria, pues debieron alcanzar entonces una altura no cobrada nunca más. Por eso vuelven a la muchachita aquélla, a la pelota que encestó el tanto definitivo, al nombrete inolvidable, al bonchecito que se traían. Los obsesiona el erotismo, aunque en plan adolescente: el problema estriba en ligar, en empatarse, no en lo que viene después de empate y ligue.
   Sus personajes arrastran virginidades muy persistentes (Senel Paz consiguió que el protagonista de En el cielo con diamantes vagara durante más de 400 páginas hasta probar el sexo en compañía), tienen conflictos de patio de recreo: con más de 40 años, Miguel Luna siente pánico de que vayan a tocarle el culo, aunque sea accidentalmente. Siempre anda alerta al respecto, y el narrador no da señal de hallarse por encima de tales desvelos. Luna se masturba tan insistentemente como si acabara de descubrir el juego de muñeca. Mocos, escupitajos, ventosidades y mierda abundan en las páginas de esta novela, aunque sin redención posible. No barroco. No carnaval rabelaisiano. Tan solo ocurrencias infantiloides, gags de comedias para adolescentes.

(Abel Prieto escribe una novela de peluche. Diario de Cuba, noviembre de 2012)

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