Rafael Rojas ha publicado en su blog una reseña del último libro de Duanel
Díaz, Palabras del trasfondo. Dice varias veces que se trata
de un libro indispensable (cosa que yo también opino), pero expone varios
reparos reveladores. Para empezar, le parece “vehemente” y demasiado tajante en
su anticastrismo: “En varios momentos del libro se tiene la impresión de que,
para él, el valor literario de una novela o un poemario está determinado por su
mayor o menor anticastrismo.”
Esto es una simplificación grosera —de Rojas. Para
entender bien esta reseña, uno debe haber leído el libro de Duanel, sobre todos
las páginas (86-90) en las que polemiza con el propio Rojas a propósito del
significado de un poema de Eliseo Diego, “Pequeña historia de Cuba”, [y del
poema “Cuba”]. Allí Díaz demuestra fehacientemente que ese poema acaba con una
pregunta retórica que Rojas ha querido convertir, un poco a la cañona, en interrogación
inquietante o ambigua.
Después de leer a Díaz, que desgrana con cuidado el
texto (y el contexto), a mí me parece bastante obvio que ese poema de Diego
intenta justificar, en realidad, la violencia revolucionaria, como un elemento
necesario y hasta creador. No sé hasta que punto sea esto un “pecado” en un
escritor (en definitiva, esa posición no está muy alejada, a mi juicio, de
aquel “cement of blood” del Vespers de W. H. Auden, y cualquier pretensión
mitológica ha convocado siempre un elogio simbólico de la violencia) pero lo
que sí me parece ridículo es tratar de negar la evidencia ideológica en nombre
de la crítica literaria o de una supuesta ambiguedad —que Rojas extiende,
además, ¡a un poema de Antón Arrufat sobre Playa Girón!
Llevada por una incomprensible prudencia, la
posición de Rojas sería, más o menos, la que resume esta cita:
“La obra intelectual de escritores e historiadores,
bajo un totalitarismo, no se puede reducir al testimonio de adhesión al
régimen. Ese testimonio no debe ser ocultado a conveniencia, pero sí podría
colocarse junto a las distancias que, en dado caso, asume un escritor. Si no
quiere caer en la misma confusión totalitaria entre literatura e ideología, la
crítica debe estar tan atenta a la conexión como a la desconexión entre ambas
esferas.”
En este extraño espacio de “indecidibles” literarios
bendecido por un academicismo deslavazado, la objetividad radicaría en poner
una de cal junto a otra de arena, y el crítico debería comportarse como esos
periodistas que creen que ser objetivos es recoger dos opiniones contrarias
sobre un mismo hecho. Lo cual resulta aquí doblemente ajeno, puesto que ni
Rojas ni Duanel Díaz hacen crítica literaria en el sentido más estrecho de la
palabra, sino crítica literaria en tanto crítica de la ideología, o ensayos de
historia intelectual. Desde ese punto de vista, las conclusiones de Duanel en
su último libro parecen más acertadas y mucho mejor sustentadas que las de
Rojas.
Lo que hace realmente indispensable Palabras
del trasfondo es que muestra
la conexión entre literatura y castrismo bajo una luz objetiva, lejos de falsas
ambiguedades críticas y con muchas evidencias que Rojas, lamentablemente, no
conoce o ha preferido pasar por alto en sus propios libros sobre este tema.
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