Los intelectuales cubanos se
ocultan, porque aceptar que hay un problema conmigo, supone que tengan que
tomar una posición. Si ha habido una injusticia, deben decirlo. Pero mientras tengan esa tibieza de duda y
cautela para no pronunciarse, amparándose en que hay que escuchar las dos
versiones, no hay nada que esperar de ellos. Dentro de esos intelectuales hay
quienes fueron pisoteados y humillados
en una época no tan lejana por ser homosexuales o por hacer una literatura que
no satisfacía la imagen edulcorada de la revolución que el régimen quería dar,
y no fueron capaces levantar la voz para defenderse ellos mismos y defender a
sus compañeros de generación por la injusticia cometida. Los aplastaron y
esperaron en silencio y con paciencia que el gobierno necesitara de ellos para
perdonarlos y los trajera de vuelta a la vida pública. ¿Voy a tener yo la
esperanza de que van a defenderme? En
todo caso, si se decidieran a abogar por mí, es porque van a defenderse como institución
y como país, porque la vergüenza no es para mí, es para ellos.
(Santiesteban: Mi prisión es un bochorno para la intelectualidad cubana
[entrevista] Café Fuerte, febrero 2013)
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