Ah, no, es que
Lezama Lima es una fábrica de defectos. Primero, no tiene acento, no suena
bien. Y luego, hay algo muy artificioso en Lezama; algo de reelaboración.
Parece un escritor francés que complica a voluntad. Porque, realmente, el libro
de Lezama es transparente, no es sugerente sino al revés; la palabra oculta la
realiza en vez de sugerirla, en vez de trascenderla. Y las posiciones de Lezama
tienen mucho de artificio montado, es fácil ver que lo narrado es en cierto
modo banal; en cierto modo, recoge una tradición española y americana de
profusión de lenguaje pero que no descansa demasiado sobre la realidad. Las
aventuras del joven Cemí son las aventuras de Pipo y Pipa en el fondo. Al joven
Cemí no le pasa nada en verdad. Tiene dos experiencias homosexuales y tres
experiencias eróticas y dos literarias, pero no le pasa nada. Ni el mundo que
nos pinta es demasiado misterioso… Comparen ustedes lo que le pasa al joven
Cemí con lo que le ocurre al esclavo Ti Noël de Carpentier, con una riqueza y
profundidad casi apuntadas, con una economía de gestos y de palabras; y en el
otro, a base de tanto abigarramiento, ¿a qué llega en conclusión?, a que un día
vio parir a su hermana, y otro día vio cómo unas negras bailaban detrás de un
cañaveral, y otro día cómo se masturbaba un cura. Eso lo ha visto todo el
mundo.
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