Cuando aprendes a reírte eres libre. Nadie se merece
ni tu odio ni tu rabia. El odio y la rabia se dejan pa’ la escritura. Hay de
todo en la viña del señor. Cada día resulta más difícil identificar quién está
y quién no en el jueguito. El jueguito es sabroso. Tiene premios,
publicaciones, derechos de autor, viajecitos, internet, jurados, homenajes,
pueden darte casa o cambiarte la que te dieron por una mejor. Así de bonito.
Conozco a varios que llevan años jugando y a pichones de jugadores que tienen
una capacidad increíble para el vuelo. Esto puede afectarte hasta el día que
descubres que el sistema literario es de juguete. Que todo su aparato de
representación, de premios y de eventos es de cartón. Que la mediocridad y el
oportunismo político le han hecho metástasis. Hay mucha falta de carácter y
seriedad. Lo mejor que puedes hacer es recluirte en tu casa y escribir tus
poemetos. Leer tus materiales. Tener una preparación interior lo más severa
posible. Publicar cuando se pueda y como se pueda. No exponerte. No esperar
absolutamente nada. Solo así estás a salvo y no te dañas como le ha pasado a
tantos que después de haber escritos magníficos textos andan por ahí
desbarrando de otros porque no le dieron tal o mas cual premiecito,
desesperados, enfermos de merecimiento. Llenos de complejos y paranoia. Con una
autoestima desbaratada por la falsedad y la hipocresía literaria que los hizo
creer unos salvajes. Nada disfruto más que poder reírme cuando leo o escucho
disparates. Cuando descubro a un farsante sin vísceras ni órganos con galones
de poeta o narrador.
(…)
La poesía cubana hecha en Cuba —por regla general—
es bastante sentimental y noña. Hay voces potentes, claro. Voces que te caminan
un juego hasta el séptimo inning sin permitir libertades. El problema está
cuando extraes al abridor. Aparece ahí una longaniza de amiguitos que no saca
out. Hay tanto poetín de ferias, cruzadas, romerías… Entrar en esas aguas es
terrible, banal…
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