En 1995,
cuando se crea la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana, yo estaba
exi-terciopelado en Querétaro, México, pero en Cuba había leído mucho El Caimán
Barbudo, y visto Polvo rojo, además de haber padecido el desprecio de la UNEAC
a través de sus funcionarios menores y del inefable Miguel Barnet –nuestra
gaysha del barracón–, así que me sorprendió la noticia de que Jesús Díaz, el
viejo caimán, se había afeitado la barba y quitado el polvo rojo del camino
para ir a ver la estatua de Cervantes en Madrid, y de paso, encontrarse con
Annabelle Rodríguez –a quien su padre debió haber nombrado Katiuska para hacer
honor a su filia marxista y al futuro de su retoña.
Claro que la
“sorpresa” después ya se convertiría en hábito, y yo mismo pasé en el 2000 la
frontera entre México y los Estados Unidos –un pequeño paso para mí, y un
tremendo paso para el desarrollo de mi humanidad–, y al final de ese mismo año
pude conocer al “desempolvado” Jesús Díaz ya en Miami, en el teatro Tower, a
donde acudió a presentar la revista fruto de sus amores editoriales con
Annabelle. Al final de la presentación me le acerqué para felicitarlo por la
calidad de la revista –algo que nunca he negado y que sigo sosteniendo– y
proponerle algunos de mis escritos para su posible publicación en la criatura.
Me respondió desde su pedestal de comisario literario: –“Pues hay una lista de
espera tremenda para publicar en Encuentro, así que…”. No obstante, se los
entregué –sin esperanzas–, para no repetir el cuento del gato sin tocar la
puerta.
Poco tiempo
después, alguien me regaló un libro suyo cuya trama se desarrollaba en Miami, y
le mandé un email comentándole su lectura –el libro me había parecido muy bien
escrito, pero rezumaba un rencor hacia Miami que aún hoy no puedo entender–, y
me contestó su secretaria, muy amable, dándome las gracias en el nombre de
Jesús –el Padre– y el Espíritu Santo.
Le riposté que
le había escrito a él y no a su secretaria, y y que estábamos completos si,
desde ahora, el posible futuro ministro de cultura “posttota” así se las
gastaba, sin contestar personalmente sus emails.
Como cada
quien cuenta según le va en la feria –hay quien relata experiencias
diferentes–, Jesús me contestó muy amablemente pidiéndome disculpas, y
solicitándome que le enviara mis colaboraciones, cosa que hice prontamente.
Desde el 2001
hasta su lamentable muerte –sobre la que me referiré un párrafo más abajo,
cambiando del “impresionismo literario” al relato de ficción histórica cuasi
policíaca–, Encuentro me publicó once artículos en la Red, y uno en la revista
en papel: “Arte y arquitectura: un divorcio a la cubana”. No. 23 Invierno
2001-2002, algo que le agradeceré siempre, y que constituye uno de mis mayores
orgullos ( los once artículos, para no abrumar al lector, se pueden ver
poniendo mi nombre en el buscador de Encuentro en la red).
(…)
Cuando Jesús
Díaz decide quedarse en Alemania, debido a su desencanto con el régimen
castrista, para luego instalarse en España, donde tiene lugar su Encuentro con
Annabelle, la hija de Carlos Rafael Rodríguez –uno de los viejos mascarones de
proa del Partido Socialista Popular, que habiendo sido ministro sin cartera de
Batista, pone en su barco la bandera rojinegra del 26 de julio fidelista para
seguir navegando hasta su muerte por los procelosos mares del
marxi-oportunismo– , todavía tenía esperanzas de que, mediante un diálogo entre
las partes, la Revolución Cubana podía tener salvación.
Nace así
Encuentro bajo esta sincera premisa de Jesús, quizás no tan correspondida por
su jefa –para darle el beneficio de la duda–, con discurso de Raúl Castro
incluido en su primer número, como tan oportunamente nos lo ha recordado Zoé
Valdés en su blog por estos días, pero la revista se fue ‘radicalizando’ de tal
modo, a medida que el tiempo fue pasando, que el régimen, lejos de quedar complacido
con el intento de Jesús de tender puentes entre tirios y …tirios, decidió
crucificarlo, Jiribillarlo, y como el padre de Pablo no quitó el dedo de las
teclas de su ordenador, llegar hasta a Putiniarlo (a buen entendedor, con pocas
palabras bastan).
Tras su muerte
misteriosa en el 2002, tan conveniente para el Gran Hermano –y para su Chinese
little one–, el hijo impródigo heredó la revista en la red –y el poder real en
la de papel–, con la venia de Madame Annabelle, y asustados ambos por el olor a
almendras amargas del Plutonio/Polonio o Putinio que quedó en la habitación
jesuita, decidieron quitar el pie del acelerador, para no acabar como el
obciso.
(…)
Parafraseando
a Juan Abreu, nadie protestó ante la nepótica sucesión de los Díaz, ni yo,
porque no sabía lo que nos esperaba.
Entonces le
envié a Pablo un cuento para la revista en papel, titulado Clon de oveja negra:
¿Infiel Castrol II? –que finalmente fue publicado en la Revista Hispano-Cubana
No. 13, 2002, en Madrid, España–, y me lo rechazó. Alguien muy cercano al
heredero me confirmó que no le había gustado, porque era “irrespetuoso con
Fidel”, aunque en email personal me lo negara años después.
A partir de
entonces comenzó mi “guerra” con Pablo y Annabelle –porque tanta culpa tiene el
que mata la vaca como el que le aguanta la pata–, pues desde el 2002 hasta el
2007 estuve censurado en las dos variantes de la revista; ninguno de los
artículos que les envié fue aceptado para publicar, y sin explicaciones,
incluso hasta mis cartas fueron censuradas, y tuve que amenazar a Pablo –en un
email privado– con que iba a denunciar públicamente la censura de que yo estaba
siendo objeto por su parte –Pablo es el que corta en bacalao en Encuentro,
según me dijo personalmente un miembro muy cercano de su staff–, y al otro día
la carta salió publicada ( tengo los emails intercambiados bien guardados, pero
me da pudor, por él, publicarlos aquí)
(…)
Muy
interesante que la carta en cuestión abordara un tema que se le ha tratado de
ocultar al pueblo cubano en ambas orillas; allá, para mostrar a Batista como un
dictador implacable que gobernó durante siete años con mano de hierro sin hacer
elecciones, y en el exilio, porque a algunos de los terroristas que pusieron
bombas en cines, tiendas y clubes cuando el Plan Cero-Tres C (cero compras,
cero cine y cero cabaret) del Movimiento 26 de Julio, y ahora están aquí, no
les conviene que se sepa que hubo una vía democrática, sin violencia, para
librarse de Batista, que ni siquiera se postuló en las elecciones de 1958.
Publicada la
susodicha, pareció que se había firmado una especie de tregua entre Pablo y yo.
Quiero aclarar
enfáticamente que en general catalogo a Encuentro como una revista
anticastrista, desde que Jesús entendió que no había diálogo posible con el
régimen (aunque tras su muerte insisto en que el tono se volvió un poco más
“prudente”), pero en mi caso personal –puedo ser la excepción– esto ha tenido
sus bemoles en lo referente a Fidel.
Una amiga me
pidió que escribiera la reseña de un libro suyo para Encuentro, y le advertí
que era muy improbable que la publicaran por las razones antes expuestas; no
obstante, la escribí, y fue publicada en el No. 49, coincidiendo con un
homenaje a Fernando Alonso en la sección “En persona”, que yo le había
propuesto hacer a Luis Manuel García, y que la dirección de Encuentro aprobó,
incluso con mi sugerencia de que se le encargara a la misma amiga que me pidió
hacer la reseña de su libro.
Así las cosas,
a inicios del 2008 escribí un artículo sobre un documental de ballet, donde
incliné la balanza, artísticamente hablando, del lado de la gemela de Saá que
se había quedado en la isla, y el escrito fue prontamente publicado en la red
por Pablo. Me arriesgo a parecer paranoico –razones nos sobran a todos los
cubanos para serlo–, pero estaba casi seguro de que, al decir algo halagador
para el ballet del régimen, el artículo tendría luz verde, y así fue: “Destinos
que se bifurcan” fue publicado el 16 de abril del 2008 en la revista digital.
Meses después,
Pablo vino a Miami con Antonio José Ponte a presentar el número 50 de la
revista, y yo asistí al Centro Cultural Español para hablar con ellos, y todo
fue miel sobre hojuelas, con lisonjas y halagos de ambas partes, pues –me hago
la autocrítica– creí que Pablo había cambiado.
Confiado en
esta falsa premisa, le volví a enviar un artículo mío sobre Alamar –que yo
llevaba cinco años tratando de que me publicaran–, y volví a encontrar
resistencia, hasta que lo reté por email a que me diera una sola razón para que
el artículo no pudiera ser publicado, y entonces al fin lo de Alamar salió,
pero sin mencionar a Fidel en el título, como yo originalmente lo había escrito
(…)
Pero lo que
vino a “romper” esta especie de tregua “fecunda” fue la negativa de Encuentro a
publicar una reseña de Isis Wirth sobre mi libro Calentando el bate, editado
por la Editorial ZV Lunáticas de la escritora cubana Zoé Valdés, residente en
París, y presentado en Miami el 8 de noviembre del 2008, con la asistencia de
la prestigiosa escritora, también autora del prólogo.
Esta negativa
estuvo precedida por una amplia cobertura de la revista digital sobre una
infundada acusación de plagio que un señor le hizo a Zoé por la utilización, en
su libro La ficción Fidel, de un texto suyo sobre la represión del
homosexualismo en Cuba –a pesar de que Zoé le había dado suficiente crédito–,
lo que hizo que yo le escribiera un email a Pablo reclamándole por dicha
negativa, y achacándosela al problema con Zoé.
Después de un
intercambio álgido de emails –donde Pablo negó toda censura, pero justificó los
rechazos en aras de “esa calidad de la revista que tú mismo tanto has
elogiado”, recordé que en el número 50 había aparecido su cuento Marilyn –que
no me había gustado nada–, en la página 159, por lo que, al ser puesto el
material por partes en la revista digital, fue posible dejar comentarios sobre
lo publicado, y al pie de su Marilyn escribí el mío, nada favorable, que
apareció por dos o tres días, pero que luego fue eliminado, sin quitar los
demás.
Si criticas,
tienes que aguantar a pie firme las críticas a tu obra, y Pablo parece que,
además de censor, es muy sensible como autor.
A partir de
este incidente, ninguno de los artículos que envié a Encuentro fue publicado,
aunque quiero destacar que Luis Manuel García sí publicó todos mis comentarios a
otros temas aparecidos en la revista digital, y que achaco la “desparición” del
comentario a Marilyn a su autor, no a L.M.G.
(Comentario
publicado en la red, diciembre 2009)
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