A partir de
1971, la realidad cultural de Cuba nos separó como escritores: mientras
Nogueras, Víctor y yo anduvimos años sin que nos editaran un solo verso, Raúl
se convertía en el joven poeta oficial cubano, en esos años que un crítico ha
denominado “quinquenio gris”. Poco después, era Secretario de Relaciones
Públicas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y, prácticamente, el
peculiar secretario personal del poeta Nicolás Guillén.
Años después,
cuando el “quinquenio” ya era historia antigua, Raúl empezó a convertirse en el
“periodista independiente” de los últimos tiempos y a editar preferentemente
sus trabajos en El Nuevo Herald, de
Miami, bajo el auspicio y con el apoyo del exilio cubano de esa ciudad, lo que
demuestra que la independencia siempre es relativa.
Como escribí
en una carta abierta a la revista Encuentro
de la cultura cubana, y casi polemizando con mi desaparecido amigo Jesús
Díaz, nunca entendí cuál paradoja condujo al joven poeta promovido en el
dogmático e intolerante quinquenio gris, a convertirse en el único poeta que
merece tal nombre entre nuestros disidentes de hoy.
Ahora Raúl
Rivero guarda prisión en una cárcel cubana. Ello me produce un profundo dolor,
y él y quienes me conocen saben que no miento.
Cuando estos
años terribles pasen y Cuba no tenga que defenderse contra viento y marea
frente al indeclinable proyecto de los gobiernos norteamericanos de hacer
desaparecer su revolución de la faz de la tierra, seguramente los cubanos
tendremos a Raúl entre nuestros buenos poetas y periodistas, por muchos reparos
que tengamos que hacerle.
Qué no daría
yo por hallarlo también, como en aquellos inolvidables años sesenta, entre los
que luchan diariamente para evitarle a Cuba el castigo que sus enemigos
querrían imponerle por defender su soberanía y promover la justicia para todos
sus hijos.
No comments:
Post a Comment