Tengo muy
fresco todavía el recuerdo de cuando Guillermo, de visita en Nueva York, en la
casa del padre de mi hijo Miguelito, llamó a Raúl por teléfono para, con su
sentido de humor habitual, preguntarle acerca de si ya había llegado la
quincena de huevos a la carnicería de nuestro barrio en La Habana. Esa vez,
parapetado en un bistec, Guillermo desbarró del gobernante cubano y del régimen
hasta por los codos. Había casi que caerle a bofetadas para que se callara la
boca.
Ha sido
Guillermo Rodríguez Rivera, uno de los que desde hace muchos años se ha
mostrado con opiniones bien contrarias a las del gobierno. Desdeño, pues, esa
doble moral con la que ha escrito el texto que —atinadamente— no le publicó “El
País” de España. Porque es muy fácil escribir sobre Raúl con esa doblez que ha
hecho, sobre todo cuando Raúl no puede defenderse, preso como está en una celda
remota y calurosa en la prisión de Canaleta, a más de 400 kilómetros de nuestro
hogar. Prisión que, estoy segura, el propio Guillermo no tendría pantalones
para soportar. Es posible, incluso, que Raúl ni se tomara el trabajo de
contestarle; pero mi deber es defender a mi esposo ya que él se encuentra
imposibilitado de hacerlo.
Hay quienes
han atacado gratuitamente a Raúl, otros han tratado de minimizar su obra
poética, más allá de haberla silenciado en su propio país, como lo han hecho
Roberto Fernández Retamar y Pablo Armando Fernández recientemente. Esos y otros
casos demuestran poco sentido de la valentía y del concepto de hombría, además
de mucha bajeza intelectual. Lo de Guillermo, por haber sido un amigo de Raúl
de aquellos primeros años, es doblemente doloroso y ruin.
No voy a
tratar de minimizar la obra de Guillermo, pues podría decir por ejemplo que él
nunca fue reprimido, como sí lo fue Wichy Nogueras, aunque ahora quiera hacerse
de un expediente de reprimido que no le va. Guillermo, eso sí, fue acusado de
plagio en los años ochenta, por el investigador Desiderio Navarro. Y si bien su
talento de humorista y sus dotes de profesor universitario son relevantes, su
talento de poeta siempre ha estado en evidente desventaja.
¿No será acaso
un viejo complejo de inferioridad lo que ha llevado a Guillermo a semejante
bajeza con Raúl Rivero?
De hecho,
Guillermo le escatima unos cuantos adjetivos a Raúl y sobre todo a su obra
(“bien escrito y con la gracia que tenía casi todo lo que producía Raúl”; habla
en pasado como si Raúl ya no escribiera y lo más que es capaz de regalarle es
un “bien escrito”; más adelante expresa el deseo de en un futuro poder contar
con Raúl “entre nuestros buenos poetas y periodistas, por mucho reparos que
tengamos que hacerle”, cuando debía decir, sin dudarlo, entre los mejores
poetas, por ejemplo.) Creo que los reparos habría que hacérselos en todo caso,
en un futuro hipotético, al propio Guillermo Rodríguez Rivera.
Está por ver,
justamente, por dónde andan los caminos de la soberanía y la justicia en Cuba,
toda vez que con tanta manipulación y tergiversación de la verdad, la sociedad
que existe hoy no es aquella que soñaron los jóvenes románticos que posaron
para la foto que guarda Guillermo en su casa, entre los cuales, Wichy está
junto a César Vallejo por sabe Dios qué parajes de la eternidad, Conte vive en
Miami y Raúl sobrevive en la cárcel. ¿Los demás? ¡Huelgan los comentarios!
Es una lástima
prestarse para semejante manipulación como lo ha hecho “La Jiribilla”, que ha
ido intercalando en el texto escrito por Guillermo —no acerca, sino en contra—
de Raúl, fotos que dicho sea de paso, tomaron de las paredes de mi casa donde
casi todas estaban enmarcadas y no me las han devuelto, junto a otras de mi
madre, recientemente fallecida. Fotos de Raúl dándole la mano al presidente
Aznar; fotos de Raúl en la mesa de nuestra casa, con Elizardo Sánchez Santacruz
y Guillermo Gortázar, otra foto de Raúl con Vicky Hudleston y otra aún con
Elizardo, Martha Beatriz Roque (también presa), Félix Bonne y René Gómez
Manzano.
Hay
aseveraciones de Guillermo que pretenden denigrar de Raúl entre líneas. No es
verdad que Raúl fuera el secretario personal de Nicolás Guillén. Mejor cabría
decir que se convirtió en un gran amigo y colaborador muy cercano de Nicolás
Guillén, de todo lo cual siempre se ha sentido muy orgulloso. Dicho sea de
paso, en las paredes de la sala de mi casa hay fotos de Nicolás y también otras
de Raúl con Eliseo Diego y Onelio Jorge Cardoso, dos de sus amigos entrañables
de los que siempre se ha sentido más que orgulloso, deudor. Esas fotos no se
las llevaron, gracias a Dios, pero muy bien hubiesen servido para ilustrar,
junto a las incluidas, el texto de Guillermo.
Como no hay
peor ciego que el que no quiere ver, Rodríguez Rivera se escuda en los mismos
presupuestos de siempre: el imperialismo yanqui, los planes para derrocar a
Fidel Castro, el exilio de Miami y demás cuentos de los que hemos vivido y de
los que se ha alimentado durante casi 45 años el régimen cubano. No quiere ver
Guillermo, no se lo permite su miopía intelectual, la situación terrible en que
se encuentra la población cubana, la manipulación permanente de la información,
la crisis de valores y de moral en que se encuentra sumida nuestra sociedad, la
ausencia de los más elementales derechos humanos, donde un poeta se encuentra
tras las rejas cumpliendo una condena de 20 años por el simple hecho de pensar
distinto al pensamiento oficial y escribir lo que piensa. De eso no habla.
No dudo que
Guillermo quiera hacer “horas de servicio” congraciándose con el régimen a ver
si le endilgan el Premio Nacional de Literatura. ¡Va y se lo dan! A fin de
cuentas, como le gusta parafrasear a Raúl... el coronel no tiene quien le
escriba.
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