Decir poesía
cubana contemporánea hecha en Cuba, ¿qué es? ¿Un grupo de autores? ¿Una
institución? ¿Relaciones interprovinciales de poder? ¿Es el MINCULT? ¿El Estado?
¿La sumatoria de todas las fuerzas? ¿Es aquello que publica Unión y Letras
Cubanas? ¿Es un sistema de Premios? ¿Escrituras situadas? ¿Una voz en
particular? ¿O acaso hablamos de una tensión entre cultura mundial y
tradiciones locales, entre la tendencia de construir grandes grupos de memoria
colectiva o de resistencias marginales más inmediatas? ¿Hablamos de los
Gourriel?
No voy a
teorizar aquí sobre esto, pues no soy un ensayista ni un académico de mérito;
hablaré desde mi simple condición de editor y tramador de poemetos, sobre los
autores que escogí, porque son, como ya dije, una coalición contra la abulia y
el gran aburrimiento, contra las formas precocidas de representación. No me
refiero a un conjunto de escritores que se reúnen bajo un mismo objetivo o
interés para complotarse contra algo que les resulta nocivo, sino todo lo
contrario: me refiero a diez poetas que «cada uno a su manera, en su onda y en
su tiempo», ha logrado convertir su trabajo en una zona de resistencia e
intervención, que se distingue por sus propios valores del resto indivisible
que la rodea.
Para nadie
que haya estado al tanto del mundillo editorial cubano en los últimos años, es
un secreto la proliferación de selecciones y antologías que bajo un pretexto,
por lo general de índole temática, dan rienda suelta a las más terribles de las
maquinaciones y ponen a circular tomos tras tomos de mazamba, que van desde la
bandera cubana a la Virgen de la Caridad del Cobre, y de esta a la hoja tersa
del tabaco, pasando por fetiches como el agua, los peces de colores o los
nacidos después del 70, el 80 y más allá. No queda ante el llamado de estas
intenciones «muñeco con cabeza». Todos sin excepción entramos allí, en un juego
tenaz convertido en modus vivendi por unos cuantos bienamados de la Terna. La
mayoría de estos engendros adolece de lo mismo: no presentan un aparato crítico
que haga factible su existencia, la calidad de los textos deja mucho que
desear, pues no es eso lo que concierne y no tienen otro fn que convertirse, en
un período brevísimo de tiempo, en papel moneda, en algo que conocemos como
«más de lo mismo». De ahí que hubiera rondado mi cabeza desde hacía algunos
años, la idea de poner a circular una selección que apartara los ojos del
tórrido barullo. Fue entonces que tramamos J. R. Sánchez y yo (fnales de 2010),
a partir del trabajo realizado desde la noria, armar La Invasión, una falange
que reuniera cuando más a 10 autores de la mal llamada «Generación 0», y que
mostrara cómo esta estaba impactando el entramado nacional. Pero este proyecto
se varó, se detuvo en el tiempo por razones de agua y tierra. Para ese momento,
yo había reafrmado «La Purga», un proceso que inició en febrero/marzo de 2009 y
que vio culminación en el verano de ese año.
Coloqué
sobre la mesa, simulando «Las Petronas», varios libros publicados por poetas de
la «Bella». Quería sobre todo sopesarlos. Me tumbé sobre el camastro como un
Rey de los suburbios y sin mucho que exigirme comencé. Aquellos poetastros
comenzaron a ablandarse, no lograron de primera, entenderse con el fbro, con
las olas que en La Franja distribuyen el calor. Escrituras-Melaza. Escrituras
de Leche. Boberías. Qué decepción. Bienvenido al país de Melancolía. ¿Una
poesía del lenguaje? ¿Qué lenguaje? ¿Un compendio de lo bello? ¿Qué belleza?
Intentos precarios de civilidad llevados a su cota más alta por Novás y
Escobar, dos autores sobrados, que —amén de ya estar muertos—, en buena medida,
pactaron también con la melaza. De aquellas «maravillas» me quedé con «cuatro
gatos», los otros con el fuego se expiaron.
(La
coalición/Algunas ideas. Prólogo a “The Cuban Team”, Hipermedia Ediciones,
Madrid 2015)
Pues ya... me leí la respuesta a su prólogo y era lo que llevaba. Demasiado zafio y bizarro se nos ha puesto el mancebo. Es como si se respondiera a un disparate consuetuduninario con otro diaparate epatante... en fin, más de lo mismo y que no deja nada. Lástima de la confusión para el lector inocente que no advierta cuánto de resentimiento u ofuscamiento hay aquí detrás
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