Tuesday, November 17, 2015

Carlos M. Alvarez vs. Luis Pavón

Su amarguísima estela como Presidente del Consejo Nacional de Cultura, desde el propio 1971 hasta 1976, devoró cualquier otro rostro. Su encomiable labor de custodia, su rol protagónico en la depuración estalinista del arte y la literatura cubana de la época, tienen un nombre, y este nombre encierra un concepto. El nombre es el pavonato. El concepto es la censura y la opresión, la humillación moral y el aislamiento físico.
   Con el argumento del socialismo, del pueblo y de la Patria, Pavón maniobró, y esa maniobra, a la vuelta, lo dejó sujeto al pavonato. Jamás pudo desprenderse de tan miserable legado. Cuando decimos Pavón, lo más probable es que recordemos a Arrufat, a Arenas, a Virgilio, a Lezama, las víctimas directas y más encumbradas del quinquenio y sus alrededores.
   Desde 1976, con su destitución como comisario cultural, Pavón desapareció. Fue diluyéndose en un provechoso olvido, hasta enero de 2007, justo cuando Impronta, el breve programa de la televisión nacional, dedicado a personas relevantes, decidió brindarle un espacio. En un acto canallesco, aceptó la propuesta. Le pareció que aún merecía un micrófono, y esto, finalmente, debemos agradecérselo. Gracias a su torpeza, y quizás a su egolatría y vanidad, hoy los cubanos con menos de cuarenta años sabemos quién es.
   La simple omisión habría sido recompensa suficiente. Pavón debió saber, o algún familiar debió haberle advertido que no aceptara la invitación de Impronta. Por su bien, no por el nuestro, alguien tuvo que haberle recordado su pasado infame, su rectorado homofóbico e impío, y el estropicio que provocó en la cultura del país. Pero no lo hicieron, y la resurrección de su imagen pública trajo una oleada de reacciones, un pavoroso grito unánime de nuestra comunidad artística y literaria.
   Más que la guerrita de los emails, y más que el posterior ciclo de conferencias sobre el quinquenio, impartido por algunos de los escritores que sufrieron oprobio y marginación, lo que nos demuestra o nos dibuja una idea más o menos exacta de la  magnitud del pavonato fue esa protesta inicial, espontánea, mezcla de miedo y ardor, de estupefacción y rabia. Como diciendo: “¿qué hace este hijo de puta de nuevo aquí?”.

(Pavón. Blog On Cuba, julio 2013)

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