Tuesday, August 18, 2015

Jorge Pomar sobre Heberto Padilla/vs. Ernesto Hernández Busto, Pablo de Cuba Soria, Jorge Luis Arcos…

Heberto Padilla, como dije, me desconcertó en Berlín. Era un ser traumatizado, contradictorio, confuso. Polemista como soy, apenas lo contradije, limitándome a escucharlo, con asombro, pero igual con el respeto debido a un hombre que lo merecía. En ese sentido, sostengo que es una falta de respeto hablar de sus "quince minutos de gloria", como hace De Soria, llamar a Belkis “loca” o “tonta”. Y una insólita muestra de insensibilidad hacia el dolor ajeno.
   Si no la hubiesen sometido a tortura psicológica en Cuba y excluido arbitrariamente del homenaje de la AECC a Padilla, no habría ocasión de gastar bitios en la blogósfera con ella y su historia. Sus improperios, que no son más “truculentos” que los de De Soria y Hernández Busto, son también reactivos. Por si fuera poco, Belkis da en el clavo cuando dice, repito: “No hay quien los descifre. La escritura de ellos es lenguaje de entendidos”.
   La frase le viene como anillo al dedo a De Soria, cuyo artículo de marras, amén de abstruso, rebuscado y frívolo, está sobrecargado de citas superfluas. La clasificación escolástica entre poeta "mayor" y "menor" es una extrapolación de las escalas jerárquicas de un régimen de ordeno y mando al campo literario, donde las jerarquías las establece el gusto de cada lector.
   ¿Por qué versos como Por la orilla florenciente / que baña el río de Yara / donde dulce, fresca y clara / se desliza la corriente [...] / iba un guajiro montado / sobre una yegua trotona (El Cucalambé) habrían de ser "menores" que estos otros de Rubén Darío: La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa, / que ha perdido la risa, que ha perdido el color...? Yo sólo veo una diferencia jerárquica: la alcurnia de la idílica princesa.
   Conque, como exhortaría Encuentro en la Red cuando el tema pasa de insustancial: ¡"A debate", señores catedráticos! Construid y desconstruid cuanto se os antoje. Pero, eso sí, sin metalenguajes derridanos ni citas de autoridades poéticas inapelables. Al grano, como en un examen de fin de curso. Bastará con un manual de rima y métrica española de los usados antiguamente en el bachillerato.
   Por cierto, si mal no recuerdo, en aquellos tratados de preceptiva literaria la distinción entre "versos de arte mayor" (más de diez sílabas) y "versos de arte menor" (hasta ocho sílabas) se reducía a una cuestión de longitud. Ah, y los preceptores consideraban más difíciles a los "de arte menor".
   Pero el dato que le pone la tapa al pomo de las injurias contra la poetisa, es que Jorge Luis Arcos haya tenido el desparpajo de intentar terciar en la disputa a nombre de Encuentro en la Red. Él, que no se ha inmutado en despejar las dudas acerca de su persona y representa a una AECC inasequible al aluvión de críticas de extrema gravedad que se le han planteado, se siente moralmente autorizado a erigirse en juez de Padilla y Belkis, a zanjar el pleito diciendo quiénes se equivocaron en qué, cómo y por qué, situándose, en tono aparentemente conciliador, a mitad de camino entre la pareja y sus críticos. ¡Inaudito!
   Para colmo, lo hace con un texto de malabarista signado a la enésima potencia por esa pedantería de catedrático sofisticado que tanto repugna a la poetisa. (Borges ha de estar revolviéndose en su tumba: las sastrerías de ambas orillas del charco cultural cubano lo usan a porfía, igual para un roto que para un descosido.) No haberse evadido, según Arcos, fue lo que, en última instancia, perdió al poeta, que en definitiva sólo estaba aplicando demasiado al pie de la letra los postulados del “compromiso intelectual” sartreano. ¿En qué quedamos, compromiso o evasión? Palos porque boga y palos porque no boga...
   Padilla, según él, se estrelló contra la "Historia", no contra el poder concreto, implacable, que todos conocemos. La culpa, insinúa, es del "totalitarismo", que los de la AECC no identifican con la Revolución Cubana y, consecuentemente, hacen todo lo posible porque el sucesor logre insuflarle nueva vida a ese cadáver histórico. Así, entre otras ventajas, nunca serían abiertos al público los archivos de la Seguridad del Estado, como sucedió con los de la STASI en la RDA. Y las actas de la Asociación serían incineradas o coninuarían siendo confidenciales.
   Por último, lo de “un escritor que también fue su esposo”, según el comentario de Ernesto en mi blog, sería otro insulto, éste sí “de baja estopa”, si no fuese porque el ofensor parece desconocer la circunstancia de que las asechanzas de la Seguridad del Estado tuvieron mucho que ver en la destrucción de un amor que de otro modo pudo haber durado la vida entera. Sugiero que, si no está en el insight, como creo, le pida disculpas a la “Brujita”.

(Razones para la neurosis y la paranoia en la Diáspora. Blog El Abicú Liberal, julio 2007)

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