Miguel Barnet tiene razón. Sus
palabras en la apertura del VIII Congreso de la UNEAC se adhirieron a la
realidad. Sobre todo cuando afirmó que la cincuentenaria organización debe
"contribuir a restañar el tejido espiritual de la nación".
¿Sabrá el autor el significado de
"restañar"? Porque el diccionario es muy preciso: "Volver a
estañar, cubrir o bañar con estaño por segunda vez". Y añade en segunda
acepción: "Detener una hemorragia o el derrame de otro líquido".
Tiene, entonces, razón: la oficialista
organización restaña, detiene el tejido espiritual de la nación. Porque en
efecto: baña con estaño los residuos de la cultura cubana que sobreviven a la
devastación. El miembro del Comité Central del Partido Comunista no pudo ser
más exacto.
Estoy muy sorprendido: otras partes de su
discurso también se acercaron a lo razonable. Es algo insólito. Digno de
archivarse. Confieso que no podía creer sus palabras. Dijo: "La UNEAC es
el Moncada de la cultura". ¿Sabrá Miguel Barnet lo que ocurrió en Santiago
de Cuba cuando el asalto al cuartel Moncada, aquel 26 de julio de 1953? ¿Habrá
leído que Fidel Castro ni siquiera entró al cuartel y se replegó más rápido que
un avestruz?
Porque entonces la UNEAC, honrando la
memoria del Moncada, sobre todo la del otrora Máximo Líder, se caracteriza por
huir, escapar de los problemas objetivos del país. Es decir, ni siquiera
enunciarlos y mucho menos debatirlos sin miedo, sin censura. Si acaso
tergiversarlos, posponerlos, manipularlos hacia el futuro, que bien sabían los
gallegos bodegueros –como algún personaje de Barnet— que ese "futuro"
era un cartel del teatro bufo, que para fiar estaba el mañana…
Los alrededor de 300 delegados al Congreso
—fieles a las palabras de Miguel Barnet, con aliento moncadista— no abordaron
la crisis de credibilidad que sufre el Gobierno, el amargo choteo con que le
responden los cubanos de a pie ante cada nueva ley que promulga para sobrevivir
con el poder y dejárselo a las familias elegidas, es decir, a la elite
guerrillera y sus alrededores pragmáticos, con menos escrúpulos que un antiguo
hacendado de Birán.
De sorpresa en sorpresa… Miguel Barnet —al
lado de la momia de Machado Ventura— dijo, al parecer sin pestañear:
"Comenzó un capítulo nuevo nunca antes transitado por los escritores y los
artistas cubanos". Y agregó, aquí sí que con un razonamiento impoluto, sin
puto: "No existe en ningún otro rincón de la Tierra una organización como
la nuestra".
Nada que objetar, aunque tal vez en Corea
del Norte, aun en China o Vietnam… Pero qué va, como la UNEAC ninguna. Así lo
avala Human Rights Watch, cuyos archivos de violaciones cometidas por la
Seguridad del Estado contra escritores y artistas cubanos han requerido la
adición de más memoria a su disco duro. O las denuncias de Periodistas sin Fronteras
—con videos, fotos y documentos— que apoyan ese carácter único que Barnet
declamó.
Y lo del "capítulo nuevo" —si la
frase no fuera un cliché— merecería un "sin lugar a dudas". ¿O es que
alguien no se da cuenta de hacia dónde van las aperturas al capital extranjero,
con más facilidades que las concedidas cuando don Tomás Estrada Palma a las
empresas de los Estados Unidos, mientras la Enmienda Platt afeaba a la naciente
República? ¡Qué paradoja! ¿O la próxima unificación de monedas, la desaparición
de la libreta de racionamiento, los salarios y valores agregados de gerentes y
altos funcionarios, no prometen un "capítulo nuevo", inédito, de
"marxistas" desigualdades, que se añaden a las impuestas por las
remesas, sobre todo contra la población afrocubana?
Lo que califica de "nuevos escenarios
económicos" es un ejemplo de la autenticidad de su discurso. Para la UNEAC
—ya se ve— significará en el cercano plazo la pérdida de subvenciones, el
cierre de ayuda a miembros desvalidos y un etcétera que merecen, que han sabido
ganarse de amanuenses, ujieres.
Miguel Barnet hace bien en detestar la
definición de intelectual que diera Octavio Paz: un marginal que ejerce la
razón crítica contra los diversos poderes. Ella no le hubiera permitido un
discurso tan razonable, "con confianza (…) en la política cultural de la
Revolución".
(Barnet tiene razón. Diario de Cuba, abril 2014)
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