El Cimarrón de “Barnés” no escapa a la burda manipulación del romanticismo humanista del blanco criollo. Como literatura en sí es intrascendente, nada más que está bien escrito. Le faltan esos giros magistrales que delatan al escritor genial, porque Miguel Barnet no es un escritor genial, y en literatura no existen los grises, o se es genial o se es prescindible.
Eso es lo que hace luminosos a Borges y a Carpentier, e incluso a Lezama Lima, a pesar de que su prosa fuera incomprensible para la mayoría, igual que la poesía de Vallejo, Nervo o el primer Neruda. Barnet carece de todo eso, es nada más que consistente a lo largo de su intrascendencia. No escribe mal, pero es difícil escribir mal hoy día, cuando cualquiera puede comprar buenos libros, y Barnet no llega ni a emular o imitar estilos de peso, es solo un buen redactor de historias ajenas.
Biografía de un cimarrón, como Canción de Rachel, se salva por lo que le cuentan los protagonistas, o si no que alguien cite una historia verdaderamente original suya, que no sea testimonio. De todas formas la literatura contemporánea es toda testimonial, no de historias originales como las de Balzac o Tolstoi. Es la maldición moderna y Barnet es el cuño de Luzbel con la mediocridad.
(De la intrascendencia testimonial. Blog Cuba Inglesa, noviembre 2010)
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