Manuel, ¿Ya viste las paredes de Tegucigalpa cargadas de graffitis rebeldes, esa poesía a la que temen los potentados y sus lacayos? ¿Alguien te ha contado la masacre física, económica, cultural, espiritual que el pueblo hondureño sufre bajo el peso de una dictadura disfrazada de democracia? ¿Te ha indicado Rigoberto Paredes qué canales ver, qué radios escuchar, qué diarios leer para que tu descocada cabecita conozca in situ el registro de la represión nuestra de cada día, servida por policías, militares, paramilitares, funcionarios, pastores al servicio del Lobo, sancerdotes (sí, no es un gazapo, dije “san-cerdotes”) y empresarios que no se cansan de robar lo que legítimamente nos pertenece? Son esos “cuerpos de seguridad” los que estarán atentos, vigilantes, para que ningún vándalo poeta resistente se atreva a perjudicar tu numen ni tu estampa; son esos funcionarios los que te sentarán —sin faltar la escolta del jurado— en sus sillas de escarnecedores para el flashazo de la prensa, el archivo municipal y más de algún cariñoso álbum personal; son esos pastores y sancerdotes los que bendecirán tu paso por esta tierra de cuaresma; son esos empresarios los que sumaron migajas para reunir los cinco mil dólares que deducirán de sus falsos reportes financieros y con los que pondrás baldosas relucientes y una nueva cadenita para descargar tus excretas en tu baño de Villa Clara.
Yo me pregunto y te pregunto, Boitel ¿Qué sostiene tu palabra? ¿Con quiénes hace causa común? ¿Con los humillados de la tierra o con quienes reparten muerte y la barnizan de poesía? La poesía, Boitel, no es esa escalera de huesos inocentes hincada en medio de la sangre de los mártires y por la cual pretendes ascender a la alcoba de los poderosos, donde no hay más que sodomía y sombra. Para nosotros, poetas, hombres y mujeres hondureños que resistimos el embate del imperio y su barbarie, nuestra palabra no tiene precio y es nuestra máquina de guerra contra las inequidades. Así fue también para José Martí, para Roque Dalton… ¿Recordás el Festival de Poesía El turno del ofendido, donde nos encontramos y me dedicaste uno de tus libros: “Para Samuel, esta Sagrada estación, … por tu pueblo heroico”? ¿De dónde salen esas palabras tuyas? ¿Son nada más un camuflaje necesario para asistir a festivales donde se canta y se construye la libertad de los oprimidos? ¿A qué acciones legales o gestos poéticos te has unido en defensa de, por ejemplo, los cinco hermanos cubanos presos en cárceles estadounidenses? ¿Ya leíste los poemas del libro “Un lugar de retiro”, de Tony Guerrero? Seguramente no valen cinco mil dólares. Valen lo que la poesía —como la expresión más elevada de la evolución humana— expresa en términos de dignidad, de construcción de libertad más allá de los muros y los centinelas, de resistencia contra el asecho de la muerte; y para eso no hay trueque posible.
¿Qué por qué te decimos todo esto? Porque es la manera en que entendemos y creímos que entendías la poesía como oficio de vida, en contra de los asesinos y los enterradores, de quienes recibirás ese premio a la veleidad, al vacío, a la ignominia, al blanqueo de una realidad mortal patrocinada por quienes te darán esos cinco mil dólares.
(Carta abierta a Luis Manuel Pérez Boitel. Blog Poetas del Grado Cero, abril 2011)
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