Tuesday, December 2, 2014

Luis Cino vs. la UNEAC

En realidad, en sus 50 años de existencia, la UNEAC tiene poco que exhibir que valga la pena. Y no es para menos. Medio siglo de aberrantes políticas culturales que se iniciaron con la advertencia del Máximo Líder a los creadores y artistas de que “contra la revolución, ningún derecho” han generado en Cuba un medio intelectual donde imperan el miedo, la simulación  el doble discurso y la desvergüenza.
   En su último congreso, de tantas quejas, pareció que se iba a acabar el mundo. Hasta se habló de racismo y se creó una comisión al efecto.  Nada para preocuparse. Oportunamente advirtieron desde las alturas que aquello no era la perestroika ni nada que  fuera un poco más allá de un rato de catarsis.
   Los salones, jardines y pasillos de la casona de la UNEAC en El Vedado han sido el escenario ideal para la envidia, los chismes  y las delaciones. También para los panfletos y las declaraciones  viles que se firman sin leer, con manos temblequeantes y cansadas de aplaudir.
   El régimen reclutó sus comisarios culturales entre oportunistas y mediocres para implementar sus políticas culturales, y  utilizarlos en el mangoneo de los jurados de los premios, las revistas, las editoriales, la radio, la TV y los viajes al exterior, en detrimento de sus naturales adversarios: las personas inteligentes.
   Pero también a  intelectuales talentosos  chantajeó o compró con premios nacionales para que olvidaran  el Decenio Gris y comprendieran la utilidad de esforzarse en aplaudir y firmar cuanto documento el régimen les ponga delante.
   Lo que debía ser un sindicato de escritores y artistas, funciona como todos los demás sindicatos del país: cumple precisas orientaciones “de arriba” a través de su presidente, el genuflexo Miguel Barnet,  y el ministro de Cultura Abel Prieto, pelado y con barba por delante, melenudo por detrás, moderado y ortodoxo, según las circunstancias.

(El medio siglo de la UNEAC, Cubanet, julio 2011)

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