Y esto fue lo que se prometió, incluso desde el
juicio del Moncada. Se dijo en discursos y documentos: restaurar la
Constitución del 40; se acabó la discriminación del negro; las playas, los
hoteles exclusivos y los clubes son para todos los cubanos. Podría decirse
entonces que el poema Tengo, de
Nicolás Guillén, se convirtió en una especie de himno nacional. Pero nada. El
poema pasó a formar parte de la historia de la ridiculez. Desafortunadamente,
las imágenes que podían haberse creado con los versos del poema sólo funcionan
como un ejemplo más del engaño. Acabar con todo tipo de apartheidno
debió ser una mera consigna, sino algo que se suponía entraba de lleno en el
concepto central de lo que significaba "Revolución"
No he podido así sustraerme a la deliciosa tristeza
de mostrar aquí todo el poema, porque si bien es gustosa su rima y su fluidez,
mientras sus imágenes conducen a una realidad muy anterior a la Revolución,
estas imágenes bien afincadas en el mito revolucionario desdicen de esa
realidad con toda razón. Del poema se desprende una manera incisiva en versos y
párrafos que van imponiendo sacudiones, estremecimientos y encontronazos en la
medida que se va develando la contradicción; es decir, que las imágenes de Juan
con Todo regresan a Juan sin Nada al ir chocando con la realidad económica,
política y social después del triunfo revolucionario. No hay nada,
absolutamente nada, de lo que expresa el poema que no se haya contradicho a
estas alturas. Este es un ejemplo más de la distancia y diferenciación entre el
mundo corpóreo que ha rodeado al cubano durante este proceso de cincuenta años
y más, y la imaginación de un espejismo que nos han querido inculcar (bueno,
que en muchos han logrado inculcar).
No creo que se tenga que discutir los valores del
poema desde una perspectiva filológica, pues de hecho sus versos suenan muy
bien en su nivel metafórico y fonético, pero sí su relación con la realidad
terrenal que envuelve al cubano cotidianamente, con el racismo y apartheid (aplico
el término "apartheid" en
referencia a lo que sucedió en Sudáfrica, por lo que una comparación resultaría
muy interesante) que ha sufrido el cubano en el proceso revolucionario, es tan
extrema esta relación, tan distinta, tan descaradamente opuesta, que empuja a
la carcajada hasta que ésta se va haciendo una mueca. Y nos damos cuenta entonces
de que entre el poema y la corporeidad lo que se extiende es el abismo de lo
grotesco. Y digo "lo grotesco" porque no es una simple ridiculez,
sino la triste ridiculez que nos hace descubrir que nuestra desgracia tiene
ciertos visos de comicidad, lo que nos definiría como que hemos vivido o
vivimos en una tragicomedia.
(El cero a la
izquierda [o la paradoja de “Juan con Todo”]. Revista Otro Lunes, julio
2010)
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