Acabo de leer (…) una polémica
surgida a raíz de la reseña que Rafael E. Saumell publicó sobre la novela El corazón del rey, de Félix Luis Viera.
La polémica se resume en lo siguiente: Saumell escribe sobre la novela y de
inmediato dos que antes habían elogiado la obra se le echan al cuello con
insinuadas e inusuales acusaciones de descrédito intencionado, nocturnidad y
alevosía contra El corazón del rey,
que en la nota editorial de presentación se resumen como discrepancias “de la
forma y de algunas ideas”. Los que respondieron son los escritores Abel Germán
y Marco Tulio Aguilera Garramuño, de ahora en lo adelante para abreviar me
referiré a ellos como “el Tándem”. Los tres implicados son escritores. Aún así
podría entenderse que la polémica es una inocente reivindicación literaria,
pero quienes llevamos ya mucho tiempo en estas lides sabemos que esta
concertación de voluntades para defender algo no se produce por el azar
concurrente, y casi siempre por intereses a veces espurios. El matonismo
también existe en las bellas letras y aunque se produce con menos frecuencia se
da con la misma fruición que el besuqueo, el chisme, el hedonismo y la guataquería (en España se llama
comeculos a esta costumbre tan arraigada).
A mí no es que me disgusten las polémicas,
pero las polémicas inútiles, mal concebidas y sin sentido no debieran
producirse entre otros motivos porque lastiman la credibilidad de los
polemistas, incluso del lugar donde se producen. Por supuesto que la historia
literaria está llena de polémicas y críticas negativas, peyorativas,
vengativas, normativas o no y desde puntos de vista polémicos en sí mismos, en
ocasiones por causas e intereses extraliterarios. No ha habido una gran revista
ni movimiento literario que no haya contado con una polémica o alguna guerrita
estética destinada a alcanzar la supremacía de algún grupo o liderazgo
individual. A veces ni siquiera hace falta un grupo y si un macho alfa que
mueve tras de sí a quienes les complace sentirse iluminados por el líder. En
eso los cubanos somos especialistas. Lo que sí es anómalo, carente de
justificación literaria y hasta sospechoso de pandillismo, es que se defienda
un libro por criticado después que los propios defensores hayan sido antes
garantes del mismo, como si los moviera al unísono una fuerza mística redentora
semejante a los guardianes del Santo Grial. Eso en el mundo real suena en mis
oídos a vendetta. Todavía es menos comprensible que esa defensa se haga
amonestando a la persona que escribe la crítica, como si se poseyera el
monopolio de la opinión o la franquicia Criticón. Sin duda, un debate así solo
reporta publicidad gratuita a la novela, dejando una estela de brazos y plumas
rotas.
Como es de suponer el autor de la novela,
Viera, se ha mantenido feliz y elegantemente al margen, ya que los escritores
serios, con mejor o peor suerte, no sólo han creído siempre que las obras se
defienden por sí solas sino que el tiempo es el mejor de los jueces. Un lugar
común. La literatura cubana ha corrido la mala suerte de la dispersión
acentuada por el largo exilio y aunque ella sea una sola se vive y se crea de
diferentes maneras a lo largo y ancho de la diáspora, con el problema que
representa para la misma la acentuación de esa horizontalidad a falta de la
jerarquización de la crítica. Esa no es una razón pequeña para resignarnos a
dejar que el tiempo ponga las obras en su sitio, ya que la crítica buena es
escasa y gran parte de ella está mediatizada por la mediocridad, la falta de
información, el exceso de academicismo o la pertenencia al club de los
aduladores.
Yo no he leído la novela, que me gustaría
leer en cuanto pase cerca de mí, por ese motivo no puedo hacer juicio de las
valoraciones de los críticos implicados ni del objeto valorado, pero el problema
de esta polémica es que no se ha planteado sobre la novela, sino sobre lo que
se supone que ha dicho uno de los críticos de la novela, ni siquiera sobre lo
que dice realmente. No estamos hablando de quién tiene razón, ni siquiera si
los juicios son acertados y justos ya que la crítica puede llegar a ser la donna è mobile de la literatura. Se
trata de la actitud del tándem Tulio Germán que ha puesto en duda la
honestidad y el juicio de Saumell, erigiéndose ambos en defensores de una
verdad y una visión dogmáticas. No dudo de las virtudes de la novela,
enumeradas y descritas por el Tándem y por él mismo Saumell a pesar de la
lectura interesada que ha hecho dicho tándem de la reseña. Esas virtudes son la
principal razón de la sinrazón del papel de guardianes con que se presenta el
dúo: Si la novela es tan buena y ellos mismos junto a otros la han bendecido se
supone que goza de una fortaleza intrínseca, además de los fuertes brazos del
Tándem para sostenerla sin caer, ¿si es así con qué motivo el Tándem se lanza
con el cuchillo jamonero sobre el cuello de otro escritor que ha opinado
diferente? ¿Será porque no pertenece a alguna cofradía u orden secreta?
Seguramente si levantamos la camisa de alguno podríamos ver tatuados en su
pecho el corazón del rey.
Que la novela de Viera o cualquier otro
libro sea bueno, incluso excepcional, no la blinda a opiniones diferentes,
contrarias e incluso equivocadas. Todavía más, en caso de haber sido una
crítica totalmente negativa, y en el peor de los casos destructiva, ¿tienen
derecho a reaccionar atacando a la persona que escribe en contra de dicha obra?
¿Es realmente honesto por parte de los críticos establecer un modo de leer,
imponer una visión arremetiendo en grupo contra quienes lean de otra manera
aunque sea equivocada?
Una cosa que uno aprende “desde niño” es que
una obra alcanza el dominio público cuando la dejamos ir porque la creemos
adulta y puede adquirir vida propia, exponiéndose a las “maldades” y “bondades”
del mundo; lo que más puede sufrir una obra que ya hemos
puesto en manos del lector es la incomprensión y la maledicencia, de modo que
los escritores “adultos” aprendemos a convivir con esas cosas. Entonces, sí El corazón del rey es un dechado de
logros comparable a una de las obras más importantes de la literatura cubana
como Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante –dicen–, ¿puede
sobrevivir a la supuesta y deliberada maldad de Saumell a pesar de que es
avalada por el Tándem y la crítica especializada, entre otros?
Sobre eso Lezama Lima nos dejó una lección.
Cuando le dijeron que su novela Paradiso
estaba siendo sometida a una cruel crítica literaria y política no sólo por lo
atípica de su concepción narrativa, fuera de la norma, sino también por las
escenas de sexo y las dimensiones del pene descarado de Farraluke que
escandalizaban a las autoridades, Lezama, comparando Paradiso con un zepelín, expresó con un gesto de desdén que
acompañó su respiración de asmático inveterado: ¡Pues, déjela pasar! Los
zepelines, grandes, voluminosos y de difícil acceso como Paradiso se les deja pasar hasta otro cielo.
En la infancia de mi pequeña patria llamada
Santiago de Cuba cuando alguno de los cofrades del barrio se convertía en
adulón lo llamaban de un modo tan despectivo que no me atrevo a escribirlo. La
literatura como cualquier otra rama de la creación cuenta con una sociedad
conformada de personajes de todo tipo entre los cuales se hallan aquellos que
ejercen esas funciones deleznables. A mi modo de ver el problema no es que esos
personajes existan, sino que a veces son capaces de sacar sangre de los demás
para sobrevivir. Terminando de escribir estas líneas veo que Otrolunes ha añadido a la polémica un
excelente texto a favor de El corazón del
rey, devolviendo la novela al centro de la controversia, ya que hasta ahora
lo había sido el trabajo de Saumell al que habían mandado a matar. Me parece
injusta, descentrada y desproporcionada la polémica por los propios términos en
que el Tándem la planteó y la revista la concibió, ojalá El corazón del rey
tenga la suerte que las buenas novelas también necesitan y no se deje acompañar
por quienes a fuerza de amor por ella le dan lo que seguramente no le hace
falta. No solo el Tándem ha ido a bailar en casa del trompo como respondía
Saumell en su réplica, sino que también lo han hecho con la más fea. En casa del rey,
cuchillo de palo.
(El corazón del rey, una polémica inútil. Blog Hábeas Corpus,
enero 2016)
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