Thursday, June 2, 2016

Jorge Camacho vs. “¿Fue Martí racista?: perspectiva sobre los negros en Cuba y estados Unidos: una crítica a la Academia norteamericana”, de Miguel Cabrera Peña

Los argumentos principales del libro de Cabrera son que Martí no utilizó el concepto de raza desde un punto de vista biológico, sino cultural (330), alentó en sus escritos la “desobediencia civil,” como lo hicieron Gandhi, y Martin Luther King Jr. y demostró su antirracismo en sus escritos, y en la amistad que mantuvo con descendientes de africanos. En estas páginas, por tanto, Cabrera sigue un camino muy tradicional, ya que incluso su interpretación de la “raza” como algo puramente cultural, ya había sido defendida por otros autores antes que él (Fernando Ortiz, Jean Lamore, y Lourdes Martínez Echezabal), y como expliqué en 2008, esta es una tesis falsa ya que desde que Ortiz la propuso hace más de medio siglo, nuestro conocimiento del concepto de raza ha cambiado sustancialmente.
   Mi argumento en 2008, sigue siendo el mismo que hoy: la ciencia del siglo XIX no hacía distinción entre los conceptos de raza y cultura. Ambos estaban “enyuntados”, y por tanto las características de una civilización se trasmitían de una generación a otra en y con la sangre de los ciudadanos (George Stocking, John Jackson, y Nadine Weidman). El mismo fragmento del 20 de agosto sobre los negros en Cuba que analicé en mi ensayo de 2007, y que Cabrera lee en su libro como lo hago yo, muestra lo difícil de separar lo biológico y lo cultural en sus escritos, especialmente cuando habla de los negros, y la necesidad del tiempo y la cultura (civilizada) para que estos pudieran dejar atrás su herencia “salvaje”.
En su libro, Cabrera analiza el fragmento del 20 de agosto, como prueba del antirracismo de Martí y al igual que hice yo, lo interpreta a través del evolucionismo sociocultural, lo relaciona con la crónica del terremoto de Charleston, y destaca la cuestión del tiempo, el concepto de negación de la simultaneidad y la “unilinialidad” en sus escritos. Sin embargo, en ningún momento Cabrera menciona mi nombre o mi ensayo, y por toda cita menciona a Jean Lamore, que nunca analizó este fragmento en su libro (Cabrera 58). Cabrera se limita a decir: “Entre otros asuntos queremos probar si es cierto, como escribió un académico en los Estados Unidos, que el poeta marcó a los negros, para siempre, como elementos sospechosos dentro de la comunidad blanca” (Cabrera 68 énfasis nuestro).
Me temo que esta forma de “dialogar” (por llamarlo de alguna forma) con mis ensayos a lo largo de todo el libro, deja entrever por un lado, la falta profesionalidad de Cabrera y el desprecio que siente por los críticos que piensan distinto a él. Porque como dice Raúl Fornet-Betancourt en el prólogo de la obra, Cabrera se propuso una tarea impostergable con su libro, “una tarea necesaria y urgente para el futuro de la configuración justa y hermana de todos los componentes de la comunidad cubana” (14). ¿Cuál es esa gran tarea?
   Según el crítico martiano, quienes escriben sobre Martí en la academia estadounidense, están provocando una escisión entre Martí y los negros en Cuba, y ese discurso, afirma “aparta a la raza, en lo que tiene que ver con las necesarias y actuales reivindicaciones en Cuba, del símbolo histórico, político y cultural más importante en el imaginario de este país. He ahí el peligro más grave que se ha instaurado” (399 énfasis nuestro). No es de extrañar entonces que todo su libro se organice como un combate contra el “peligro” que significan los sediciosos y que esto se muestre en la forma tan poco respetuosa de citarnos. Esa “tarea necesaria y urgente” como dice Raúl Fornet-Betancourt, le permite a Cabrera ningunear mis argumentos, levantar ideas de mis ensayos, y tomar el rol de un brigadista de turno que viene a rectificar lo que dijimos.
   Por supuesto, esta es la crítica de todos los que temen a la opinión ajena, de los que no creen realmente en el derecho de los otros a expresarse libremente, y de los que acusan a la academia de Estados Unidos y a los disidentes en Cuba de interferir en el resto del mundo o la Patria con sus ideas “occidentales,” “hegemónicas” e “imperialistas.” En otras palabras es el discurso de quienes empiezan por demonizar a sus adversarios, invocando un mal terrible que están causando y le piden al público que se les una por el bien común y el de la Patria.
   Todos los cubanos deberíamos saber a estas alturas que ni la censura, ni el ninguneo, ni la ocultación, ni el fanatismo han sido jamás formas de encontrar la verdad y entendernos. Que este tipo de discurso, que solamente sirve para legitimar nuestros argumentos y hacer callar a los disidentes, solamente ha servido para crear rencor, miedo y violencia.
   Mi consejo: si a Cabrera le disgusta que yo u otro académico en EEUU escriba sobre Martí cosas con las que él discrepa, porque son un “peligro grave” para la raza, pues que discrepe de nuestra opinión, pero que respete al menos las reglas de la academia que supuestamente utiliza para escribir sus ensayos. No puede levantar textos de nuestros artículos sin mencionar ni siquiera nuestro nombre, ni ningunear nuestros argumentos con el propósito de restarles valor. Mucho menos, creerse que está untado por la gracia de Martí para defenderlo. En cualquier discusión lo único que vale son las ideas, la honestidad y el respeto, y si no partimos de ellas, no tiene ningún sentido escribir.

(“El peligro más grave”. Cubaencuentro, septiembre 2015)

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