De este modo,
cada 8 de octubre, fecha en que se conmemora la caída de Ernesto Guevara (no le
digo el apodo porque no era amigo mío) en Bolivia, se le rinde tributo al
guerrillero “en representación de toda Cuba”, como aclara el periódico Granma
del pasado 6 de octubre (como toda la prensa que se hace en la Isla, pagada por
el gobierno), en el fastuoso mausoleo erigido en Santa Clara que lleva su nombre
y donde se encuentran sus restos.
Ese día, entre
otras hermosuras, se les entrega la pañoleta azul a los niños de primer grado,
que a partir de entonces, pobrecitos, pasan a ser pioneros revolucionarios.
Si volvemos a
Marta Abreu, comparemos la modesta estatua que la representa en el Parque Vidal
(central) de Santa Clara, con el faraónico mausoleo dedicado al argentino.
Pero hay más.
Todos los años la Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), convoca al
concurso literario Ciudad del Che, en los géneros de poesía, entre otros, así
como para distinguir, con becas, proyectos de libros de autores noveles.
El pasado día
8 se entregaron los premios del concurso 2015, allí, en el mausoleo de Ernesto
Guevara.
Y así se
expresó durante la entrega de premio uno de los ganadores: «El poema aborda,
más que al Che, a la sociedad cubana contemporánea. Reflejo cómo ese Hombre
Nuevo que él soñó e ideó —cuyo concepto expone en su obra El socialismo y el
hombre en Cuba—, aún no se ha logrado alcanzar, por disímiles motivos».
Aquí, cabría
parafrasear la benevolente frase de Aquél en la Cruz:
“Perdónenlo,
señores, no sabe lo que dice”.
(“La ciudad del Che”. Cubaencuentro,
octubre 2015)
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