Friday, May 27, 2016

Jorge Luis Arcos vs. Ernesto Baquero

He leído con interés y consternación el artículo Descenso a los infiernos, de Ernesto Baquero. Con interés, porque la poesía cubana siempre ha sido mi pasión como crítico y como lector. Con consternación, por sus peligrosas inferencias y generalizaciones que transfieren las innegables estrategias de manipulación y representación de la política cultural cubana a la imagen y calidad de un género literario. Y, por si fuera poco, porque pone como ejemplos de "pésimos poemarios" y como reflejo de aquella estrategia oficial al menos a tres excelentes poemarios de tres notables poetas insulares: Figuras de tormenta, de Mario Martínez Sobrino, El maquinista de Auschwitz, de Víctor Fowler, y Esta tarde llegando la noche, de Luis Lorente —también cita Cántaro inverso, de Pedro Péglez, que no conozco.
   Al ser tres libros premiados, el autor infiere que lo fueron "en detrimento de otros cuadernos donde sus autores hacen gala de un verdadero discurso poético o esgrimen el estilete de la crítica social para diseccionar una realidad que los excluye". Inferencia esta de Ernesto Baquero muy grave de ser cierta —aunque no dudo que pueda suceder—, pero muy vulnerable porque esos tres libros de poesía, que corresponden a tres generaciones y a tres poéticas diferentes, son precisamente ejemplos de libertad creadora; el de Víctor Fowler, incluso, para nada ajeno a una muy profunda crítica social.
   Ninguno de estos tres poemarios contiene alabanza a política alguna. Tampoco se les puede exigir que contengan denuncias políticas. Sólo se plantean ser fieles a sus proyectos poéticos y cosmovisivos, en los cuales algún lector sagaz podrá constatar cuánto infierno portan.
   No creo que sea necesario recordar que ninguna poesía es mejor o peor por esgrimir o no "el estilete de la crítica social para diseccionar una realidad". Pero, además, por paradójico que resulte, mucha de la poesía de más calidad publicada en Cuba desde fines de la década de los ochenta hasta el presente, y sobre todo por las promociones más jóvenes de poetas, no sólo produjo un cambio cosmovisivo en la norma poética hasta entonces vigente, el conversacionalismo, sino que ofreció uno de los testimonios más complejos de una realidad en profunda crisis de valores, a la vez que expresó diversos registros estilísticos.
   Comparto con Ernesto Baquero sus preocupaciones ideológicas, que hace muy bien en expresar valientemente desde Cuba; pero no puedo compartir, al menos en este caso, sus inferencias literarias particulares. Ninguna historia, por terrible que sea, "reduce a escombros (…) la poesía cubana". Ello no sucedió en la Colonia ni en la República, ni afortunadamente en la revolución.
   Lo más que puede hacer, como sucedió en la década del setenta, es silenciarla un tiempo. Pero ella se sigue escribiendo y esos tres libros son, al menos para este crítico, lector y poeta, ejemplos de "un verdadero discurso poético". Al menos sobre dos de ellos he escrito sendos comentarios críticos que deben publicarse próximamente en la revista Encuentro. A ellos, y sobre todo a aquellos libros, remito al lector interesado.
   Pero, además, ¿toda verdadera poesía no comporta necesariamente un órfico "descenso a los infiernos"?
   Por último, esa mezcla de acertada crítica social y política con una desafortunada crítica poética no favorece para nada a aquellos creadores y poetas que dentro de la Isla —e incluso desde el infierno— intentan expresar con libertad, dignidad y, sobre todo, calidad poéticas su palabra dada. Recuerdo ahora lo que le confesaba Kafka a Milena: "Nadie canta con voces más puras que aquellos que lo hacen desde el más profundo infierno. Lo que tomamos como cantos de ángeles es su cantar".

 (Voces desde el infierno. Cubaencuentro, enero 2006)

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