¿Cuántos de
los poetas cubanos que merodeaban los sesenta, que se apuntalaron en los
sesenta, podían llevarse ambas mujeres a la cama, cuántos podían asumir un ménage à trois tan virulento, teniendo
en cuenta la ninfomanía de estas damas? Retamar no habría podido, estaba, con
las mismas manos de acariciar y masturbarse, construyendo una escuela. Jamís,
tan tierno, andaba entretenido con los gatos callejeros y el frío de París.
Barnet, que no se hubiera topado con dos damas, sino con dos mancebos, esperaba
no sé qué, ni una cosa ni otra, ni un hombre ni una mujer, “bajo los signos
rotos del cine cantonés”. Padilla se extasiaba mientras Cuzá Malé pintaba un
cuadro. Y Delfín Prats celebraba los bucles amarillos que caían sobre la
espalda griega de su novio, aunque ahora no sé si la griega era la espalda, o
los bucles, o el novio todo. Quien sí no era griego, sino holguinero, era
Prats.
(Nogueras. OnCuba Magazine, noviembre 2013)
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