Thursday, January 14, 2016

Reinaldo Arenas vs. Delfín Pratts (2)

Mientras los pájaros continúan con sus falsos arrumacos, déjenme decirles a ustedes, millares o millones de pajaritas que me leéis (y si no me leen apúrense a hacerlo, que el tiempo apremia), que la Reina de las Arañas, al igual que la Tétrica Mofeta, era oriunda de Holguín, o mejor dicho de los arrabales de Holguín, y que también, como la Tétrica, tenía tres nombres, o mejor dicho, casi cuatro. Su nombre verdadero era Hiram Prats, su nombre literario y social era Delfín Proust (a este nombre, en caso de emergencia, le agregaba un segundo apellido que era Stalisnasky) y su nombre de guerra era desde luego el de la Reina de las Arañas. De esa manera el pájaro protegía sus diversas identidades de acuerdo con el círculo en que se desenvolviera. De manera que ni el mismo Coco Salas, que como todas las locas más fuertes de la Tierra era también de Holguín, había logrado meter a aquella loca en la cárcel, pues legalmente la misma no existía. Con el segundo apellido se hacía pasar por extranjera y también le servía para espantar a los policías prosoviéticos. Además era cierto que Hiram, o Delfín, o la Reina de las Arañas o como diablos quieran llamarla, había estado en la ex madre patria, incluso se comentaba que chapurreaba el ruso y que en esa lengua muerta rendía largos informes a la KGB.
   La verdad es que, siendo muy niño, aquella ninfa campesina había sido becada por Fifo en la entonces URSS para que aprendiese el ruso en la Universidad de Lomonosov, con el académico Popov. Sí, mi amiga, a Lomonosov fue a parar la loca holguinera cuando era todavía una benjamina inconstante, pero muy pronto, en la entonces supersagrada madre patria, la loca dio señales de su superpajarería. Un día casi todo Moscú se estremeció ante el espectáculo sin par otorgado por esta loca rural. Como becado cubano, Hiram había tenido el honor de ser invitado al teatro Bolshoi para que viera El lago de los cisnes. Aún no se sabe de qué artimañas se valió la loca para calentar a un militar ruso de alta graduación que estaba sentado a su lado; quizás el pobre ruso pensó que se trataba de una mujer. El caso es que, en un entreacto, Hiram cargó con el rotundo militar, que era un campesino de Georgia con un bulto gigantesco, para los cortinajes del teatro. Y tras aquellos gruesos cortinajes, la loca empezó a mamar. Retumbó la orquesta, en la escena apareció Maya Plisezcaya bailando el cisne blanco; las cortinas siguieron corriéndose. Al final se descorrieron completamente y todo el público pudo ver a un costado del gran escenario a Hiram Prats mamando enardecidamente el falo del militar georgiano mientras la Plisezcaya batía sus brazos descoyuntados y todo el cuerpo de baile irrumpía en el escenario. Tan imbuidos estaban el militar y la loca en su éxtasis que no se habían percatado de que la cortina se había descorrido y de que estaban ahora en un escenario y ante más de diez mil personas, entre ellas Nikika Kruchov y su esposa, Anastasia Mikoyana. Unas manos de hierro sacaron a toda velocidad a los insolentes. El militar fue fusilado al instante. El pájaro cubano fue deportado para que fuese ejecutado por Fifo. En el barco ruso, que se demoró más de seis meses para llegar a Cuba, la loca cambió de nombre, de voz, de manera de caminar, falsificó setenta documentos oficiales, se arrancó las pestañas, que nunca más le volvieron a salir, y con su nueva cara de majá asustado llegó a Cuba convertida en Delfín Proust Stalisnasky. La versión que ella misma dio al mundo y que la KGB y Fifo acogieron con beneplácito era que Hiram Prats, lleno de arrepentimiento y vergüenza revolucionarios, se había tirado al Mar Negro. La misma Reina de las Arañas contaba, con lágrimas en sus ojos de serpiente, cómo había visto a la loca tirarse al agua mientras entonaba “La internacional”... Con el nombre de Delfín Proust, la loca asistía a las tertulias de Olga Andreu, donde reinaba Virgilio Piñera. Como Reina de las Arañas era conocida por casi todo el mundo en Coppelia, desde Mayra la Caballa hasta la Triplefea. Traquimañera, astuta, horrorosa, siempre dando saltos y moviendo pies y manos al mismo tiempo, no sólo recordaba a una araña sino que cuando era ensartada giraba de tal modo y hacía tales contorsiones que se convertía en una auténtica tarántula. Como si eso fuera poco, el hecho de haber sido descubierta mamándosela tras una tela a un alto militar soviético era prueba de que el pájaro, la terrible araña, tejía unas redes capaces de enredar en ellas hasta un mismo héroe de la gran ex madre patria, Dios mío, y nada menos que de la provincia de Stalin. Stalinista era el pájaro, ya lo veremos más adelante... Por otra parte, y eso es entre tú y yo, mi amiga, la loca era también chivata, además de chismosa, enredadora, bretera, maligna y tejedora de chanchullos. Sus hilos no se sabía a dónde podían llegar. Cuídese de ese pájaro, comadre. Si lo ves, haz la señal de la cruz y huye.

(El color del verano. Tusquets, 1999)

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