¿Y a quién defendí yo? Yo defendí a Guillermo Cabrera Infante. ¿Y quién era Guillermo Cabrera Infante, que todos nosotros conocemos? ¿Quién era y quién había sido siempre Guillermo Cabrera Infante? Guillermo Cabrera Infante había sido siempre un resentido, no ya de la Revolución, un resentido social poe excelencia, un hombre de extracción humildísima, un hombre pobre; un hombre que no sé por qué razones se amargó desde su adolescencia y un hombre que fue desde el principio un enemigo irreconciliable de la Revolución. Y yo no era ajeno a esas características de Guillermo Cabrera Infante. Y lo primero que hice fue defender a Guillermito, que es un agente declarado, un enemigo declarado de la Revolución, un agente de la CIA, defenderlo contra Lisandro Otero. Defenderlo ¿por qué? Defenderlo en nombre de valores artísticos. ¿Y qué valores artísticos excelentes y extraordinarios puede aportar la novela de Guillermo Cabrera Infante, Tres Tristes Tigres? ¿Qué valores excepcionales, qué contribución excepcional a la literatura puede aportar ese libro que mereciese que yo aprovechase esa ocasión que me brindaba El Caimán Barbudo para atacar a un amigo entrañable?
(...)
A mí me gustaría que Guillermo Cabrera Infante no fuera un contrarrevolucionario, y me gustaría que su talento estuviese al servicio de la Revolución. Pero, como decía Martí, la inteligencia no es lo mejor del hombre. Y si algo yo he comprendido entre los compañeros de Seguridad del Estado, que me han pedido que no hable de ellos porque no es el tema el hablar de ellos sino el hablar de mí, yo he aprendido en la humildad de estos compañeros, en la sencillez, en la sensibilidad, el calor con que realizan su tarea humana y revolucionaria, la diferencia que hay entre un hombre que quiere servir a la Revolución y un hombre preso por los defectos de su carácter y de sus vanidades.
(Intervención en la UNEAC, Casa de las Américas, Nos. 65/66, 1971)
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