Yo percibo en Encuentro un creciente desplazamiento
hacia las posiciones clásicas del exilio de Miami.
Se trata de una concepción que descalifica
esencialmente a la Revolución Cubana y la valora con un desenfoque que es,
justamente, el que ha conducido al exilio miamense al permanente fracaso de sus
estrategias políticas con respecto a Cuba.
La advierto desde el número dedicado a las
transiciones políticas (¿es el 9?), en el que se compara a Cuba con los países
de la Europa del este, y se sugiere para el nuestro —como en un son salsero de
Willy Chirino que circuló bastante en la Isla— un destino semejante al de
ellos.
Pero la Revolución Cubana fue una hecha
«desde abajo», por un pueblo que la apoyó en su absoluta mayoría, mientras que
los regímenes de la Europa oriental —con la excepción de la Yugoslavia de Tito—
fueron colocados en el poder por el Ejército Soviético tras desalojar a las
tropas nazis. Creo que esta diferencia no está de más para ayudar a entender
por qué la caída del muro de Berlín y la desaparición de la propia Unión
Soviética no tuvieron para Cuba la repercusión liquidadora que el exilio de Miami
esperaba.
Como no es posible equiparar Cuba a la
España franquista o al Chile de Pinochet, porque no es lo mismo una revolución
popular, que regímenes fascistas que aplastaron los atisbos de revoluciones
populares.
Las transiciones del régimen franquista y
del pinochetista a la democracia, jamás pusieron en juego las estructuras
socio-económicas establecidas de España y Chile. Del mismo modo que no había
sobre España ni sobre Chile ningún embargo económico, ni leyes como la
Torricelli y la Helms-Burton, ni se decretó nunca, por ninguna potencia
extranjera, leyes de ajustes español o chileno, que permitieran la libre
entrada (incluso la ilegal) de ciudadanos de esos países en una poderosa nación
vecina que se aliara a esos exiliados para procurar el derrocamiento de sus
gobiernos.
La transición cubana, como se concibe en el
exilio, es bien diferente. Para decirlo en los términos que emplea Jesús en su
«Introducción» al número 18, el de Cuba sería «un futuro democrático de
economía abierta». Si no entiendo mal, me temo que esa «apertura» se asemeje,
como una gota de agua a otra, a la que demanda el exilio de Miami el que, para
volver a la Isla para «seguir desarrollando libremente su identidad», traería a
ella sus «capitales y experiencia acumulados». Lo que ocurre es que esos
capitales y esa experiencia ya estuvieron en Cuba durante toda la primera mitad
del siglo xx, y para nada evitaron que nuestra historia desembocara en la
Revolución de 1959. Hace falta algo más. Yo diría que mucho más.
Encuentro
ha puesto su acento —como dijera el maestro René Touzet en un bolero inmortal,
«cada vez más»— en una desequilibrada valoración del exilio miamense a la que
corresponde una sistemática denostación de la vasta obra social de la
Revolución Cubana, en la que ha estado y está involucrada la mayoría del pueblo
cubano. Esa obra dista mucho de ser perfecta, pero es absolutamente imposible
desconocerla y no valorarla en su enorme importancia. Y sobre todo: no se puede
ignorar paladinamente las huellas que ella ya ha dejado en la conciencia
cubana, la que no permitirá que «le descoloquen» la soberanía de su nación.
Me parece claramente ilustrativo de ese
acento en la política editorial de la publicación, el dossier sobre Miami que Encuentro publica en su número 18.
Falta en él una valoración crítica del
exilio, de su política, al margen de que los cubanos suelan ser individualmente
generosos y «querendones», o de la exitosa inserción de los cubanos de Miami en
la poderosa economía norteamericana. Esa valoración —que explique el por qué
del fracaso de más de cuarenta años de enfrentamiento a la Revolución— no
aparece en los artículos de Luis Goytisolo, Lourdes Tomás, Uva Clavijo y Ramón
Alejandro que lo integran.
No sé si habría dentro de Cuba autores
capaces de abordar esos temas, pero hay figuras del mismo exilio (Luis Ortega,
José Pertierra, Max Lesnick, Carlos Rivero, Francisco Aruca, por sólo mencionar
los que ahora recuerdo) que acaso podrían contribuir a producir ese balance, lo
que aportaría un equilibrado caudal de información con vistas a un diálogo que
espero que alguna vez sea realmente posible.
La carencia de esa pluralidad es la que hace
que Encuentro se haya convertido,
creo, en una publicación más del exilio, y no sea la portadora del proyecto que
enunció en sus orígenes.
(Carta a Encuentro de la cultura cubana, Encuentro No. 20,
primavera, 2001)
No comments:
Post a Comment