Wednesday, September 23, 2015

Anónimo vs. Zoé Valdés

Por otro lado, al mencionar los “poemas revolucionarios” de Rivero, Zoé Valdés olvida que la contratapa de su propio poemario ―el único libro que publicó en Cuba― dice (y copiamos textualmente, porque ella no es la única que conserva libros ajenos para evitar que a uno le vendan gato por liebre): “Recibió el Primer Premio de Poesía ‘Roque Dalton y Jaime Suárez Quemain’ en el concurso auspiciado por Radio Venceremos, emisora clandestina de El Salvador en armas”. Y en este punto hay que señalar su desfachatez al asegurar en una entrevista (8 de enero de 2009, El Cultural, España) que solo se enteró que el premio lo auspiciaba la radio guerrillera de El Salvador en el momento de la premiación, cuando todo el mundo sabe que, en Cuba, las bases de los concursos siempre incluían a sus auspiciadores. Pero dicen que más pronto se coge a un mentiroso que a un cojo. Si hemos de creer en su versión de que no sabía quién auspiciaba el concurso, ¿podría explicar la señora Valdés por qué su poemario está plagado de alusiones y dedicatorias a guerrillas y guerrilleros salvadoreños? ¿Será que tiene talento de adivinadora y no nos hemos enterado?
   Por lo visto, Valdés tiene memoria selectiva. Acusa a Rivero de escribir poemas revolucionarios y olvida los que ella misma publicó en ese primer libro, por ejemplo, “Poesía guerrillera”, dedicado a Haydeé Santamaría, y “Comunismo poético”, dedicado a Alfredo Guevara, director del ICAIC, al que debe agradecer los años que vivió en París junto a su primer esposo y al que ahora ataca cada vez que se acuerda. En el poema dedicado a Alfredo Guevara, Valdés canta el desembarco del Granma por Fidel Castro, cuando dice “Doce duendes desvelados en una isla habitada / por el monstruo, / doce duendes barbudos…”. En “Poemas para un país salvado”, que encabeza con una cita de Roque Dalton, dice: “En un libro de poemas un guerrillero encontró / fórmulas metafóricas de cómo hacer la paz / el comunismo […] El Salvador respirará livianamente cuando la revolución sea / un suave silbido en el oído de los muertos”. Y en “Respuestas a Roque Dalton” proclama, en una oda inflamada, que “esa será la leyenda de la revolución, / una interminable poesía atravesando el espejo verde / de tus emociones”. Por último, la farabunda, perdón, furibunda bloguera devenida republicana, olvida que en ese poemario ella misma celebró la muerte de un presidente republicano. Su poema “En el cementerio de Hollywood” empieza diciendo “Aquí yace Ronald Reagan, actor” y termina con: “Sus póstumas palabras fueron: ‘¡Pero si sólo ensayaba, / mi vida está en manos de dios!’ / Esta vez Dios fue enérgicamente justo”.

(publicado en la red, 2011)

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