Miren, olvídense del asunto de que el escritor es la conciencia crítica de la sociedad. Y más olvídenlo en el caso de Cuba.
Si recorremos las páginas de los medios oficialistas, veremos que de una punta a otra de la Isla, y a todo su ancho, cada día, en lo que a literatura se refiere, se realizan ceremonias de entrega de premios, bucólicos encuentros de escritores, odas públicas para llevar a “nuestra sociedad” por el camino de la lectura, de “la buena literatura”, del “porvenir luminoso”.
Enfatizo que esto ocurre diariamente en uno u otro punto de la geografía isleña. Diariamente. Y a estos convites asisten, pletóricos, nuestros escritores radicados en Cuba, algunos de ellos como organizadores. Suele haber brindis, flores, diplomas, aplausos y manos estrechadas entre ellos y con las autoridades de turno.
El asunto de que en la Isla sean golpeadas, arrastradas por las calles, encarceladas las disidentes Damas de Blanco, que les propinen terribles golpizas a los pocos ciudadanos que se atreven a manifestarse, pacíficamente, en contra del régimen, de que las casas de estos sean apedreadas por las hordas castristas pagadas de una u otra manera por el gobierno, de que buena parte de estos disidentes sean encarcelados, en condiciones deplorables, indefinidamente, sin juicio previo, o de que sus compatriotas y colegas residentes fuera de Cuba resulten censurados en su tierra y en muchos casos anatemizados injustamente… Eso, es otro tema. De lo que se trata, para ellos, es de que “cada cual tiene que forjar su obra en el lugar en que viva”.
Y todo lo anterior es de conocimiento de estos colegas que viven en Cuba. Ellos, como no el ciudadano de a pie, tienen varios medios para enterarse de los desmanes de la dictadura. Poseen pleno conocimiento de que esta, en los últimos 10 o 12 años, ha sacado a la luz toda la perversión que en buena medida ocultaba hasta entonces, toda su pasión criminal.
Y bien, lo apuesto, aunque quizás no llegue a verlo: cuando pase lo que tiene que pasar —porque todo tiro al aire, por mucho que ascienda, un día caerá—, ellos continuarán haciendo lo mismo que hoy…, “porque cada cual tiene que hacer su vida —en este caso su obra creadora— en el lugar y momento en que viva”.
De modo que no esperemos crítica alguna, raigal, valerosa, rotunda, de nuestros escritores y artistas, residentes en la Isla, contra la dictadura.
(“Aquí puedo hacer lo que me gusta y nadie se mete conmigo”. Cubaencuentro, octubre 2014)
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