Yo quisiera poner un ejemplo que, por nuestro, nos ha de llegar más cerca. En los comienzos de nuestra producción literaria, posterior al triunfo de la Revolución, apareció un escritor con una novela que es, sin duda alguna, la novela que, hasta ahora, ha logrado la mejor expresión de la nueva concepción de la realidad, por lo menos de la nueva visión de la cosas, y fue Bertillón 166, de José Soler Puig. Después de esta novela, premiada, con entera justicia, por la Casa de las Américas, José Soler Puig ha continuado publicando cuentos y, a comienzos de este año, se concedió mención a un libro suyo de cuentos. Yo creo que no estoy agrediendo al compañero Soler Puig, a quien estimo mucho, si digo que esos cuentos son notablemente inferiores a su novela primera. Y ¿por qué es esto? Yo estimo, y no estoy queriendo con esto decir que sea la causa única y definitiva, que nosotros cometimos un grave error con el compañero Soler Puig, porque lo que hicimos de inmediato fue sustraerlo a su medio, arrancarlo de raíz de la provincia que había nutrido su primera novela y situarlo en La Habana, en un medio esencialmente intelectual, donde las preocupaciones centrales del escritor no fueron ya la realidad de su pueblo, sino una serie de problemas y especulaciones intelectuales, muy interesantes, pero que no tienen absolutamente nada que ver con su creación. Es decir, que si nosotros hubiéramos logrado que el compañero Soler Puig se dedicara, por ejemplo, a comprar para el INRA, se metiera en el interior de su pueblo, viviera las realidades de su tiempo, nos hubiera dado ya una segunda novela infinitamente superior a la primera.
(Informe al Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Memorias del Congreso, Ediciones Unión, 1961)
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